Cada maestrillo tiene su librillo y el Rubi concede una gran importancia a la concentración de los futbolistas en los prolegómenos del encuentro. Siempre que se produce un cambio de entrenador, hay que llevar a cabo el consiguiente ajuste para adaptarse a la manera de hacer las cosas. Es lo que está sucediendo ahora en el Sporting. Rubi llega con un grupo homogéneo de colaboradores que forman un núcleo en torno a él y que trae consigo una manera bien definida de entender el fútbol y de hacer las cosas. El personal del club y los colaboradores del primer equipo van adaptándose a las preferencias del técnico, que ya se dejan notar en el día a día, pero que serán más evidentes en su estreno en El Molinón.

Un aspecto que ha cambiado es que Rubi quiere aislar al vestuario antes de los encuentros, reducir al mínimo las distracciones para los futbolistas. Así, el técnico catalán ha reducido al mínimo las personas que acceden al vestuario antes de los partidos. No pueden entrar, salvo que sean requeridos, los servicios médicos, ni auxiliares de otro tipo, como por ejemplo el encargado de los vídeos Marco Canal. Tampoco tendrá acceso el capellán del Sporting, Fernando Fueyo, con lo que se suprime la costumbre tradicional en el Sporting de rezar un Padre nuestro antes de los partidos. Ya en el Benito Villamarín, no se llevó a término esta práctica que, en los partidos de fuera, solía liderar el capitán Alberto Lora.

También se ha visto a alguno de los auxiliares de Rubi mantener una larga charla con la nutricionista del club, así como con otros miembros del personal. Rubi es un técnico que gusta de tenerlo todo bajo control. Una vez que todo comience a estar a su gusto y se instale su rutina, las cosas irán solas y se verán como naturales, pero los cambios siempre chocan.