Se esperaba con gran expectación el debut de Rubi (cada vez menos Rubí, como algunos se empeñan igualmente en seguir llamándole) en El Molinón. A pesar del mal tiempo, se registró una gran entrada, que sirvió para demostrar por enésima vez al Consejo, que resulta del todo innecesario apelar continuamente al apoyo de la afición de este Real Sporting (Sociedad Anónima Deportiva para desgracia de todos los sportinguistas), pues esta siempre estará del lado de su equipo; lo cual nada tiene que ver con estar a favor dicho Consejo. Al contrario: la mayoría de los aficionados rojiblancos rechazan de pleno su gestión, tanto económica como deportiva y sueñan con un Sporting libre del yugo al que lo somete su máximo accionista.

Si ya había sorprendido el entrenador catalán el día antes del partido con el anuncio de la convocatoria, dejando fuera de la misma a Víctor Rodríguez y a Viguera, dos jugadores que en Bilbao sin embargo habían sido titulares, no se quedó ni mucho menos atrás el domingo, cuando a estos se les unió en la grada otro de los titulares en San Mamés, Xavi Torres. No hace falta tener mucha memoria para recordar que estos vaivenes en las alineaciones y convocatorias era una de las cuestiones que se le echaba en cara al anterior entrenador.

Pero ni mucho menos las sorpresas se quedaron ahí, sino que continuaron con la confirmación del que sería el once titular, y que hizo que hasta los video marcadores del vetusto pero tuneado estadio gijonés se negaran a funcionar, dejando a todo el estadio huérfano de información durante todo el encuentro. Un once donde las mayores novedades fueron el debut de Vesga (de las pocas notas positivas que se pudieron ver sobre el campo) y la colocación de Afif como interior derecha, donde el joven qatarí, fue el ejemplo andante (apenas si echó una carrera mientras estuvo sobre el césped) del gran bluff que ha resultado ser este ‘Sporting de los fichajes’.

Del partido en sí, cualquiera que lo haya presenciado en directo o en televisión, habrá sacado sus conclusiones. Las de este humilde seguidor son que visto lo visto, o si lo prefieren, no visto lo que no se vio por ninguna parte ante un equipo vitoriano plagado de suplentes y con la mente puesta en otras historias, las posibilidades de que esta hermosa villa marinera siga disfrutando la próxima temporada de fútbol de Primera, son a día de hoy equiparables a las de que nieve en primavera. Y tal vez esté pecando de optimista.

Mucho me temo que el 'efecto Rubi' ha durado menos que el de un mal desodorante, de esos que te abandonan apenas sales de casa. A falta del debut del último de los tres fichajes del mercado invernal, la cuestión es que parece evidente que no estamos solo ante un problema de jugadores y de confección de plantilla, sino también ante una ausencia total de estilo de juego. Un equipo que apenas crea ocasiones (no nos engañemos: los goles locales vinieron en los minutos de la basura), que en defensa es un auténtico coladero y que ni siquiera es capaz de sacar el más mínimo rendimiento a las jugadas de estrategia, sería un milagro que ahora, como por arte de magia, comenzara a encadenar victorias. Aun así, mal acostumbrados como estamos a los milagros, no pierden la esperanza aquellos que aún se preguntan: "¿y si ganamos en Leganés?" Y si, y si, y si... Que me perdonen estos devotos creyentes, pero de tantos 'y si' que llevamos, ya solo nos falta el 'disi' para ser una banda con todas las letras.

Y como las mentes perversas nunca dejan de trabajar, no han faltado hoy quienes felicitaron al míster con fría maldad y socarrona ironía, por salirse con la suya con el asunto de los banquillos. Ha quedado de manifiesto la importancia de poder 'comerle la oreja' (disculpen la vulgaridad) al árbitro asistente. De no haber sido por ello, no habrían sido dos, sino quién sabe si alguno más, los penaltis señalados en nuestra contra. Son esas mismas mentes perversas las que con idéntica malicia se preguntan a ver si resulta que se decidió cambiar a un entrenador porque no daba con la tecla, por uno que por no dar, no da ni con el piano.