A la espera de que Nico Rodríguez aclare qué entrenador sería capaz de sacarle rendimiento a la plantilla que él ha diseñado (si no la diseñó él, sería mucho más grave aún), a la ilusión del sportinguismo se la lleva el viento. Por más oportunidades que le da la Liga con el descenso más barato de los últimos años, el equipo no da muestras de reacción. La esperanza no tiene dónde agarrarse. El estreno de Rubi en El Molinón deja una sensación de desamparo. El librillo del entrenador catalán comienza con el capítulo de redefinir los símbolos. Prescinde del capellán, Fernando Fueyo, cuando más se necesita un Padrenuestro y hasta un Credo que seguir; sacrifica a Sergio para darle campo a un canterano del Athletic tan verde como puedan estar Cristian Salvador o Pedro Díaz, y gana, eso sí, la trascendental batalla del cambio de banquillo, para ver más de cerca cómo los suplentes del Alavés se comen al asistente en la jugada del primer penalti. Hay cosas que cuesta entender.

El Sporting de hoy es un equipo sin carácter que no parece en condiciones de plantar batalla. Los rojiblancos mejoraron sus números cuando el Alavés de los reservas, con el partido ya completamente resuelto, aflojó la intensidad. Hasta el tercer gol vitoriano, con el respaldo del desquiciante Gil Manzano, Pacheco fue un espectador privilegiado. Si el partido de ayer era el que iba a marcar el futuro rojiblanco, el camino se empina de forma mayúscula. El Sporting ya no depende de sí mismo y al Leganés podría saberle a gloria bendita un empate en su campo el domingo.

El Sporting sólo apareció cuando el Alavés cantaba victoria

El Sporting no pareció un equipo que se juegue la vida. Perdió las disputas, cayó en la trampa y su defensa fue tan blanda como inocente. Como prueba de cargo se presenta el primer gol, en un saque de banda del rival en su campo. Una situación ideal para que un equipo intenso hubiera presionado a los vitorianos y recuperado la pelota en una posición adelantada. Lo que pasó fue que el Alavés movió el balón con comodidad, la llevó de una banda a la contraria y Katai dejó a Rubén Sobrino cara a cara con Cuéllar, para marcar a placer.

Rubi innovó con una alineación en la que dio la manija del equipo al recién llegado Vesga. Para ello mandó a Sergio al banquillo y a Xavi Torres a la grada. La sorpresa del día fue la presencia de Afif en la banda derecha. Uno de esos misterios insondables del fútbol. Algo tiene que tener este chico que sólo se aprecia en los entrenamientos a puerta cerrada.

El Sporting salió intenso y una galopada de Isma López, que cayó derribado por Vigaray en el área visitante, encendió a la grada. El Molinón fue ayer tremendamente comprensivo con un equipo que le ofreció muy poco y con el que cuesta identificarse. Rubi volvió a confiar en Nacho Cases, que fue de los pocos que respondió a las expectativas.

El gol temprano de los vitorianos dejó ya el partido resuelto. El Sporting nunca dio síntomas de poder competir con un rival plagado de suplentes. Tan sólo al inicio del segundo tiempo, ya con Burgui sobre el césped, se apreciaron algunos síntomas leves de mejoría. El Sporting volvió de los vestuarios espoleado y se asomó al área rival, pero sin alterar a Pacheco. Fue entonces cuando comenzaron a caer los frutos maduros en el área local. Primero Vigaray ante Jorge Meré y luego Deyverson ante el codo de Amorebieta. Gil Manzano, tolerante con el Alavés durante todo el choque y estricto con los rojiblancos, se fue por dos veces al punto de penalti. La primera con suspense. Y así se acabó el partido y la esperanza del sportinguismo.

Rubi quiso entonces congratularse con la grada. Dio entrada a Carlos Castro y enseñó a Traoré. El africano dejó cosas interesantes. Fue el mejor delantero del Sporting en la tarde de ayer y dio al equipo la referencia que lleva todo el año buscando. Mostró además un alto grado de implicación y marcó en la única ocasión de que dispuso. Traoré es un jugador difícil de defender y su primera impresión ha sido buena. Carlos Castro revolvió lo suyo. Marcaron ambos, cuando el Alavés ya jugaba al ralentí. Aún así, Alexis dejó claro de quién era la victoria ante un nuevo agujero defensivo del Sporting.

Más grave aún que el paso atrás del equipo es la resignación de la grada y el temor a que la debacle se consume la próxima semana, con casi una vuelta entera por jugar.