El Real Sporting, 30 años después de golear al Barcelona en su propio feudo, en un partido que quedó grabado para el recuerdo en la memoria de la afición sportinguista, siendo aquella a la postre, la única victoria rojiblanca lograda en Primera División en 42 partidos disputados por el club rojiblanco en el Camp Nou, en el día de ayer, fue un vulgar convidado de piedra en un partido, por el contrario, para el olvido. Y cuanto antes se olvide, mucho mejor. A las puertas de un partido tan trascendental como el que habrá de disputar este domingo frente al Depor, se hace más necesario que nunca poner en práctica aquello de 'borrón y cuenta nueva'.

Porque de borrón y mayúsculo, se ha de catalogar el partido realizado por el Sporting en tierras catalanas. Quien más, quien menos, incluso los más optimistas, temían en su interior que pudiera darse un resultado como el que finalmente se dio. Pero al menos tenían la esperanza de que por muy abultada que fuera la derrota, la imagen que se viera sobre el césped, fuera la de un equipo con el orgullo y el amor propio que exige el escudo que defienden. Y es que no hay más que comparar el 'set en blanco' que infringió la temporada pasada, también en su campo, el Barcelona al 'Sporting de los guajes', con este 6-1. Parecido resultado, pero sensaciones sin embargo totalmente diferentes. Aquel además si recuerdan, estuvo marcado por una actuación arbitral de lo más esperpéntica, con marcado tinte casero. Ayer, salvo alguna decisión sin ninguna repercusión en el partido (la tarjeta a Burgui, por ejemplo), el colegiado pasó tan desapercibido sobre el campo, como lo hizo más de un jugador rojiblanco.

Había anunciado Rubi que preparaba una sorpresa con la que afrontar el partido, "con la intención de ganar, no de regalar nada". Tal vez dicha sorpresa fuera la presencia del mencionado Burgui en el equipo titular. El jugador cedido por el Real Madrid, en estado de gracia, a priori tenía todas las papeletas para ser uno de los jugadores 'protegidos' y haberse incluso quedado fuera de la convocatoria, evitando riesgos innecesarios. No fue así y lo cierto es que volvió a ser el mejor jugador del Sporting sobre el campo (a parte de él, algunos detalles de Douglas y muy poquito más), aunque su esfuerzo fuese del todo estéril. Veremos si no acaba pagando el cansancio, ahora que lo necesitamos al cien por cien.

Con el partido en Barcelona, si algo ha quedado claro, es que ciertos jugadores han demostrado por qué son reservas en una plantilla que tampoco es precisamente para echar cohetes. Empezando por Babin, quien con un partido nefasto a más no poder, arrastró consigo a la ruina también a Juan Rodríguez, que tampoco estuvo afortunado. Quizás no era el partido más adecuado para alinearlo, estando tan poco arropado a su alrededor, con una defensa totalmente novedosa. Habrá que confiar en que no se haya quemado de forma absurda con este partido al chaval, que hasta el momento, había dejado muy buenas sensaciones.

Otro de los que mostró el porqué de su situación fue Elderson. El nigeriano, en algunas jugadas, llegó a desesperar a su propio entrenador, que trató inútilmente de corregir su posición y su juego sobre el campo. Y es que parecía como si hubiera acabado de aterrizar en el equipo y apenas hubiera entrenado con sus compañeros.

Tampoco brilló ni mucho menos Xavi Torres, ni tampoco Cases, con lo que el centro del campo estuvo durante gran parte del encuentro completamente perdido, pues Sergio era incapaz de achicar el agua que inundaba de forma continua la nave rojiblanca. La posesión final del partido, con casi un 80% para el Barcelona, lo dice todo.

Arriba, voluntarioso, pero poco más, Castro. Marcó el gol de la honra, en un partido en el que nada fue honroso. Si acaso, horroroso. Sí: vale que era el Barcelona de los Messi, Neymar, Luis Suárez (los tres marcaron) y compañía, mientras que nosotros éramos un revoltijo de jugadores titulares, suplentes y otros que ni se sabe lo que son. Pero aun así, derrotas como estas duelen en el orgullo del fiel aficionado sportinguista. Y por eso repito que hay que pasar página cuanto antes.

Para el recuerdo de este partido, puede que quede tan solo el hecho de haber sido aquel en el que Luis Enrique anunciara su despedida del banquillo blaugrana a final de temporada. Quizás alguien esté ahora soñando con la vuelta de uno de los hijos pródigos del club. Pero si no lo hizo como jugador, quizás más difícil es que lo haga como entrenador. El sportinguismo es una cosa y el dinero, otra muy distinta. No todos los entrenadores perdonan cinco millones de euro a su equipo.

Así que lo dicho: vamos a imaginar y a autoconvencernos de que lo de ayer fue como un mal sueño y a pensar solo y exclusivamente en el partido del domingo. Porque la victoria del Granada anoche (ya había advertido del peligro que podía suponer para nuestros intereses, esa ONU que es el equipo nazarí), hace que ganar al Depor sea aún más imprescindible de lo que ya lo era, si queremos mantener una mínima posibilidad de salvación. Todo lo que no sea conseguir los tres puntos, sería un fracaso y abrir definitivamente la puerta al abismo de la Segunda. Que la fe nunca decaiga. Falta nos hace.