La permanencia está hoy mucho más lejos. El Sporting es como un náufrago que, tras pasar un tiempo a la deriva, comenzó a nadar y de pronto vio cerca la orilla de la salvación. La derrota ante el Deportivo, y la forma, gris y anodina, en que se produjo, devuelve a los rojiblancos a la alta mar. No consigue el Sporting sentir bajo sus pies la estabilidad de la tierra firme, respirar tranquilo si quiera una semana. La orilla de la salvación se ha vuelto a alejar de forma dramática y al equipo le toca ahora demostrar si quiere aferrarse a la vida o se entrega al flujo de las corrientes. La visita del Deportivo a El Molinón era la gran oportunidad que los rojiblancos venían esperando desde hace meses. Una victoria podría sacarlos de los puestos de descenso, al menos de forma transitoria. Era un plan demasiado sencillo para un equipo que lleva años acomodado en el drama. El Sporting parece feliz en el alambre, como confiado en que al final del trayecto encontrará una salida. Llegados a este punto, ya cuesta creerlo.

La peor noticia es la naturalidad con la que equipo y afición digirieron el duro golpe de la derrota. El Sporting asumió el castigo con la resignación del maltratado, sin hacer nada por levantarse ni ante el gol del Deportivo, ni ante el doble rasero de Mateu Lahoz, ni ante las ocasiones desaprovechadas por Lacina Traoré. Sencillamente, se quedaron mirando cómo se alejaba la orilla.

Los rojiblancos repitieron, en el partido más importante de la temporada, los errores que le han sumido en el pozo del descenso. No hubo ni rastro del equipo que deslumbró ante Atlético de Madrid y, sobre todo, Celta. El día que más se necesitaba al gran Sporting de la esperanza, volvieron el juego ramplón, las concesiones defensivas y la falta de puntería. El Deportivo estuvo mejor plantado y controló el escenario durante casi todo el encuentro, pero es verdad que las mejores ocasiones fueron rojiblancas. Sergio tuvo la primera en una arrancada de Canella, pero al avilesino se le marchó alto el mismo remate que la temporada anterior (aquella vez en la portería de los goles) mandó a la escuadra para sellar una permanencia ante el Villarreal. Tampoco acertó Burgui, en una de sus vertiginosas carreras, a superar a Germán Lux. En el capítulo de las ocasiones perdidas, merece mención especial Lacina Traoré. El largo delantero del Sporting volvió a tener ocasiones clamorosas que fue incapaz de embocar.

El Deportivo manejó mejor esas pequeñas cosas, de las que hablaba Serrat, y por ahí obtuvo un premio que parece excesivo a los méritos realizados. Los gallegos salieron a buscar el empate y encontraron petróleo cada vez que se acercaron al córner. De los dos primeros obtuvieron un penalti y el gol de la victoria, en dos errores defensivos de bulto. Tampoco ayudó Mateu Lahoz, que ignoró un clamoroso penalti de Fernando Navarro a Traoré con empate a cero.

El Sporting vivió al borde de un ataque de nervios y nunca supo gestionar los tiempos del partido. La lesión de Moi Gómez supuso un lastre demasiado pesado y tampoco encontró respuesta en el banquillo. Es cierto, con todo, que los rojiblancos tuvieron las ocasiones más claras y otra vez dispararon balas de fogueo. El gran reto ahora es mantener la fe. Porque es ya una cuestión de fe, de creer sin argumentos.