Al Sporting le falta explotar. Una Valencia en Fallas parecía el escenario idóneo para dar un petardazo que iniciase la reacción rojiblanca. Incluso pareció posible después de que Cuéllar detuviese su segundo penalti en una semana y Cop acabase con la maldición goleadora rojiblanca unos minutos después de la Mascletá, que se dejó oír en Mestalla y se pudo ver a través del vídeomarcador. El fútbol no está siendo justo con el conjunto de Rubi, que ayer firmó el partido soñado por cualquier visitante en una liga tan exigente. El Sporting olvidó sus urgencias y se plantó en Mestalla dispuesto a ser un rival incómodo, como si no le fuera la vida en el envite. Fue un partido serio, que se aceleró tras el descanso y que tenía todos los pronunciamientos a favor del Sporting. Un afortunado cabezazo de Munir dio al traste con la ilusión del sportinguismo que sale de Mestalla con un punto insuficiente y con esa sensación, ya casi crónica, de haber merecido más.

En un día en el que no se podía fallar, Rubi hizo un ejercicio de sensatez. El técnico tiró de recambios naturales para los ausentes Moi Gómez y Amorebieta y fue un paso más allá al devolver a Cop, el máximo goleador del equipo, al once titular. En otras circunstancias el Sporting saldría reforzado de Mestalla, donde habría despachado un partido de esos que definen a un equipo sólido a domicilio. Los rojiblancos controlaron a un rival peligroso, intentaron combinar y tuvieron sus opciones aprovechando las salidas a la contra y las acciones de estrategia. Un partido de visitante, de manual.

El problema es que al Sporting ya no le alcanza con ser un equipo sólido, ni con ir arañando puntos en campos comprometidos. No todo el mundo sumará en Mestalla, donde los valencianos buscaban ayer su cuarta victoria consecutiva como local, una garantía de permanencia. Al Sporting de la necesidad sólo le queda apelar a la épica, ganar donde nadie gana, sumar de tres y gritarle a la Liga que está dispuesto a presentar pelea.

Como había anunciado su entrenador, el Sporting mantuvo en Mestalla algunas de las virtudes que ha mostrado en la era Rubi. Estuvo bien en defensa, concedió pocas ocasiones y trató de salir jugando hasta donde le alcanzó el fútbol. Conservó también sus carencias más evidentes. A pesar de que llegó con cierto garbo al área valenciana, Diego Alves se marchó inédito al descanso. Con el susto en el cuerpo por un cabezazo que se le fue por poco a Vesga, pero sin haber tenido que intervenir de urgencia. Si corrigió en cambio el Sporting algún defecto que había mostrado en semanas anteriores. Por ejemplo, la estrategia. A pesar de la amenaza de Parejo, los rojiblancos controlaron bien su espacio aéreo. Y mejoraron también en ataque, donde Carmona mostró buen pie para la ejecución y Vesga sacó provecho de sus 192 centímetros.

El partido cogió velocidad tras el descanso. La acción se volvió trepidante y el Sporting parecía cómodo viviendo en el borde del barranco. El equipo se estiró, exigió la mejor versión de Alves, autor de tres paradas de mérito, y hasta logró adelantarse. Dos errores defensivos, se tradujeron en un penalti y el gol del empate. Un precio elevadísimo para un equipo con el saldo en números rojos.

Es el mismo escenario de nuevo. El Sporting es uno de los equipos con mejores sensaciones y con menos puntos de la Liga. El empate en Mestalla es un paso corto, pero algo se mueve. Rubi confía en que llegue el momento de los rojiblancos y es cierto que el fútbol tiene que saldar su deuda con este equipo. Al menos, no se puede negar que el Sporting sigue remando.