Esta misma semana leía en LA NUEVA ESPAÑA la columna “Dirección de equipo”, firmada por Pablo Monella, entrenador de fútbol, en la que este narraba lo acontecido en la final de la copa de la Reina de hockey femenino, que enfrentaba al conjunto gijonés del Hostelcur (el equipo con mayor número de títulos nacionales y continentales de nuestra hermosa villa marinera) contra el equipo catalán del Voltregá. Más concretamente se centraba su columna en el discurso (con mayúsculas) que se marcó la entrenadora gijonesa, María Fernández, alias “Pulgui”, cuando a falta de poco menos de 12 minutos para el final del partido y con empate en el marcador, solicitó tiempo muerto. De las palabras que pronunció, me quedo con estas, que me he permitido cambiar ligeramente en el orden en que fueron pronunciadas: “escuchadme; no voy a daros una charla táctica. Vamos a pasar momentos buenos y momentos malos. En los malos os quiero juntas, juntas. Y los buenos momentos, vamos a aprovecharlos. Esto es una final y hay que llegar vacías al vestuario. El cansancio ahora no puede mandar”. Según el propio Monella, los comentaristas de la televisión catalana por la que seguía el partido (¿para qué nos sirve una televisión autonómica?), se quedaron impresionados por las palabras de Pulgui Pero no solo por lo que decía, sino sobre todo por cómo lo decía.

Me ha venido esto a la cabeza, cuando pensaba en qué mensaje trataría de transmitir Rubi a sus jugadores antes del inicio del partido de este domingo. Qué tipo de arenga emplearía para conseguir que el equipo salte como se suele decir, a comerse el césped (y al rival si hace falta).

Desconozco si esta semana ha habido trabajo desde el punto de vista psicológico a cargo del coach Richi Serrés. Entiendo que debería haberla habido, pero que al final, con lo que se queda el jugador en la cabeza, es con lo que escucha justo antes de salir al campo. Esas palabras, si son las apropiadas, cuando además se mezclan casi de forma inmediata con el rugir de todo un estadio lleno hasta la bandera, con casi 30 mil gargantas apoyando a muerte, llevan a cualquiera en volandas. Por eso hay que saber escogerlas muy bien. Pero como hizo Pulgui, pronunciarlas aún mejor. Porque si quien debe convencer de que no solo se puede vencer una batalla, sino que es posible vencer la guerra, no es la primera persona en creérselo sin ningún tipo de duda, sus palabras, lejos de ser una verdadera arenga, al contrario, serán como sacos de arena colgados de las espaldas de sus jugadores.

Estoy seguro de que todos ustedes tienen en mente escenas cinematográficas, en las que se han pronunciado proclamas que les han puesto la carne de gallina. Escenas previas a una batalla en algunos casos, pero también en otros, con trasfondo deportivo o incluso simplemente como parte de una historia cotidiana real o ficticia. Serían innumerables las películas que podríamos citar, pero es probable que en la mayoría de las listas que pudiéramos elaborar ustedes y yo, coincidieran algunas como Braveheart, Gladiator, El Patriota, Armageddon, 300, El Señor de los Anillos, Invictus, En Busca de la Felicidad, Coach Carter o Un Domingo Cualquiera, por citar solo algunas pocas de ellas.

Pero si ustedes tienen tiempo y sienten curiosidad, no dejen de buscar en Google el nombre de Ricardo Caruso Lombardi, junto con la palabra “arenga” y encontrarán unos cuantos ejemplos cien por cien reales. Y comprenderán de lo que les estoy hablando. Les aseguro que si yo escuchara algo así, me tendrían que sacar con la cabeza debajo del brazo antes de darme por vencido.

Porque al igual que dijo Pulgui a sus jugadoras, también en el caso del Sporting quizás lo que menos aporte a la causa este domingo, el mismo día del partido, sea una charla puramente táctica. Porque además, si a estas alturas de temporada los conceptos tácticos no están claros en jugadores, que no son alevines, sino todos ellos profesionales y que saben perfectamente lo que se están jugando, apaga y vamos. Aunque es cierto que a la vista de algunos errores cometidos en los últimos partidos, pudiéramos tener algunas dudas al respecto. Pero aunque así fuera, esas lagunas tácticas pueden quedarse en pequeños lapsus sin importancia, si en cada balón que haya en disputa, los nuestros muerden al rival (metafóricamente hablando por supuesto; no vayan a imitar a quien ustedes ya saben). Y lo hagan desde el minuto cero hasta que el árbitro señale el final del partido.

Mis queridísimos jugadores del Real Sporting de Gijón: este domingo es el día de la verdad. Es el día en que ustedes deben demostrar que merecen portar un escudo con más de ciento diez años de historia. Un escudo con el que cientos de miles de personas, no solo en Gijón y en Asturias, sino en todo el mundo, se sienten identificados y al que veneran. Pueden ustedes así ocupar un lugar quizás no de privilegio, pero sí al menos de relevancia en esa historia o pueden pasar al olvido en unos años. De ustedes y solo de ustedes depende. En sus piernas pero sobre todo en sus cabezas está. Sé que pueden lograrlo a pesar de lo alta e inexpugnable que pueda parecerles esta montaña que tienen ante sí. Pero para llegar a lo más alto de una cima siempre hay un primer paso que dar. A veces el más difícil. ¡Atrévanse a darlo! Porque pueden estar seguros de que no existe la gloria que no lleve aparejado el sufrimiento. ¡Sufran y vencerán! ¡Venzan y disfrutarán! Pero recuerden: la derrota nunca es una opción. Eliminen esa palabra de sus cabezas. Y cada vez que cualquiera de ustedes sienta la tentación de arrojar la toalla, miren a su lado y piensen en que si ustedes se rinden, condenan a todos sus compañeros. Esos mismos que recogerán por ustedes la toalla antes de que toque el suelo, para volver después todos unidos de nuevo a la lucha. Si hacen esto que les digo la victoria será nuestra y la cima estará un paso más cerca. Y ahora repitan conmigo tres veces hasta que noten que el corazón les escapa por la boca: ¡Aúpa Sporting!

Post Scriptum: la turbia historia de Traoré, con la policía llegando a su casa para proceder a su identificación, por una supuesta discusión con su pareja, probablemente no sea la mejor noticia para un vestuario que debe permanecer centrado al cien por cien. Veremos si Rubi es de la misma opinión. Y este tipo de cosas no surgen de la noche a la mañana. ¿Acaso en Monaco el jugador había sido siempre ejemplar en su comportamiento fuera del campo? ¿Y qué tipo de código aplica el Real Sporting para este tipo de conductas?