Como es de sobra conocido por todos ustedes, el partido que esta noche se disputará en El Molinón y que enfrentará a las selecciones de España e Israel, ha venido marcado por cuestiones políticas que van más allá del deporte. Algo que bajo de mi punto de vista, va en total contradicción con lo que ideológicamente representa el deporte en su estado más puro. Tan puro como por desgracia utópico, especialmente cuando nos referimos al llamado deporte rey, en el que lo que reina es en no pocas ocasiones la violencia, que salpica por igual al fútbol profesional como al fútbol base, tal y como hemos comprobado en estas últimas semanas con diversos incidentes absolutamente vergonzosos y reprobables. Es por esto precisamente que sobraba y sigue sobrando el que algunos, antes de que los jugadores de ambos combinados salten a un más que seguro impecable césped, se empeñen en enfangarlo con asuntos para los que hay instancias y lugares más apropiados donde resolverlos. Así que las tarjetas rojas, de haberlas (que esperemos que no las haya, al menos por acciones violentad), que sean mostradas sobre el césped y no fuera de él.

Pero ya que sé que mi petición caerá en saco roto, déjenme entonces que yo muestre también mi particular tarjeta amarilla; pero en este caso a la selección española. En realidad podrían ser dos tarjetas y no una, pero seré condescendiente, aunque quizás no lo merezcan. Les explico a continuación mis razones para esta amonestación, aunque creo que la mayoría de ustedes las habrán ya imaginado.

Después de un enorme esfuerzo por parte de la Federación Asturiana de Fútbol, con su presidente, Don Maximino Martínez Suárez, a la cabeza, se consiguió que la selección española volviese a Asturias, con motivo además de un partido oficial correspondiente a la fase de clasificación para el Mundial de Rusia 2018. Pueden creerme si además les digo que conociendo al presidente de FAF habrá intentado con toda seguridad por todos los medios (obviamente dentro de una lógica aceptable de méritos deportivos), que el seleccionador actual, Julen Lopetegui, tuviera algún tipo de guiño a la afición asturiana y más concretamente a la sportinguista, con alguna convocatoria que finalmente no se ha producido. Sobre esto nada que objetar, pues es el seleccionador quien a la vista de lo que hay en juego, decide convocar a quienes entiende son los jugadores más indicados. Aunque por supuesto todo es opinable.

Pero lo que no se puede dejar pasar es que una vez concedida la organización del partido y acordadas las fechas de estancia y entrenamientos en Asturias, de repente, la misma semana del encuentro, un cónclave de jugadores, le pida al entrenador que se altere el plan previsto, que este acepte transmitiendo la solicitud a la RFEF y que de este modo, la presencia de la selección española en nuestra región se reduzca a lo mínimo indispensable. ¿Pero qué clase de seriedad es esta? ¿Quién manda en esta selección?: ¿los jugadores con Lopetegui como cómplice? ¿No tiene nada acaso que decir sobre esto Villar? No es de extrañar el enfado de Maximino ni el de muchos afectados por este capricho de unos jugadores, que demuestran su poco aprecio hacia una afición que les acogía con los brazos abiertos, anteponiendo su comodidad y sus intereses personales (algunos de estos más de ocio que profesionales, todo sea dicho).

Por si esto fuera poco, el entrenamiento previo al partido, celebrado ayer a puertas abiertas en El Molinón, ha dado pie a un aluvión de quejas por parte de muchísimos padres que acudieron con sus hijos y que vieron como los jugadores no tuvieron ningún detalle con los allí presentes, en forma de acercamiento o de saludo. Como si en lugar de en Asturias hubieran estado preparando el partido en Tel Aviv. Bueno, quizás allí igual habrían sido más educados y respetuosos.

Por todo esto que les cuento, he leído durante las últimas horas, numerosos comentarios muy críticos con la actitud de estos jugadores y de esta selección. Más de un aficionado se lamentaba así hasta de haber comprado su entrada, por entender que no se merecían el esfuerzo realizado. Porque para más de uno supone un sacrificio el acceder al deseo de sus hijos de ir a ver jugar a la selección. Aunque quizás a un grupo de afortunados millonarios de paso por Asturias, esto le pueda sonar a chino.

No obstante, pueden estar seguros que esta noche los casi 30 mil espectadores que asistirán al partido, apenas dé inicio el encuentro, aparcarán su disgusto y apoyarán a muerte a su selección. La afición asturiana siempre ha sabido estar a la altura y esta vez no será la excepción. Eso sí: además de fiel esta afición es exigente. No les quepa la más mínima duda. Cuidado no vayan a recibir por ello una segunda tarjeta amarilla ya sobre el campo.

Post Scriptum: como ocurre siempre que nos visita cualquier equipo, nacional o internacional, ¿se venderán en esta ocasión bufandas o banderas de la selección israelí, en los puestos de venta ambulantes situados en las proximidades al estadio?