Con más corazón que fútbol, con más guajes que nunca y con los nervios a flor de piel, el Sporting se dejó la vida en una de esas tardes en las que no se podía fallar. Más por un guiño del destino que por convencimiento de Rubi, el Sporting se jugó la vida con un equipo que olía al Sporting de los guajes. Las bajas (nueve) obligaron al técnico a alinear a ocho futbolistas de la temporada pasada. Hasta Lora, el único inédito desde la llegada del catalán, tuvo ayer su oportunidad por la ausencia de última hora de Douglas. Contra lo que se esperaba, la nostalgia no mejoró al equipo. La sombra de Vesga fue demasiado alargada. Al Sporting le faltó fútbol en la creación, no superó líneas y tampoco tuvo ese espíritu guerrero que le caracterizaba en las temporadas anteriores. Al equipo le pudo la presión.

La clasificación hablaba de cinco puntos, pero la realidad es que Málaga quedaba demasiado lejos, en presupuesto y en potencial deportivo. Más aún si los elementos castigan a los rojiblancos con nueve bajas. Demasiadas ausencias para un Sporting que anda justo por la competición y al que hace tiempo ya que se le agotaron las excusas.

Rubi decidió combatir las ausencias con un cambio de sistema que no le sentó bien al equipo. Con dos delanteros por delante de dos líneas de cuatro, el Sporting atacó peor, porque no encontró la forma de llevar la pelota a los puntas en condiciones favorables. Fue también un equipo con poco vuelo, que no encontró por las bandas el desborde de semanas anteriores.

Como el día del Deportivo, queda la sensación de que el Málaga se llevó demasiado botín para sus méritos. El conjunto de Míchel salió descaradamente a por el empate, pero se encontró un gol gracias a la inspiración y al talento de sus futbolistas. Keko y Sandro, dos de esos jugadores a los que el Sporting no puede aspirar económicamente.

La propuesta de los andaluces no fue generosa, pero sí eficaz. El Málaga pareció más equipo que el Sporting durante todo el encuentro, estuvo mejor plantado y siempre dio la sensación de tener el escenario controlado. Bien es cierto, que Kameni fue mucho más decisivo que Cuéllar. A base de coraje, el Sporting logró generar algunas buenas ocasiones que exigieron la mejor versión del portero camerunés, quien siempre superó las expectativas.

La derrota rompe la lechera de las cuentas rojiblancas y deja al Sporting en una encrucijada en la que sólo hay dos destinos posibles: o Leganés o la Segunda División. A día de hoy, los cinco puntos que siguen separando a los rojiblancos de los pepineros son el último reducto de esperanza. Quizá quede tiempo, pero la derrota de ayer rompe la inercia positiva en la que se había instalado el equipo y le da un baño de realidad. La reacción del Sporting se produjo cuando la distancia con la permanencia ya era abismal y urgía una proeza de tintes mayúsculos.

No queda otra que seguir peleando mientras alcancen las matemáticas, pero el Sporting está mucho más lejos hoy. La ilusión se ha amortiguado y sólo la esperanza irracional sobrevive.