Cuando uno no es capaz de resolver trabajo, necesita de ayuda externa. El Sporting queda, de nuevo, en las hábiles manos de Quique Setién, el hombre que le dio el ascenso con una victoria del Lugo. También confían los rojiblancos en que Guajilovic, discutido en Gijón, tenga uno de esos días que lo convirtieron en uno de los jóvenes más prometedores de Europa. A la vista de que la Santina no puede ya con tantos encargos como le hacen los rojiblancos, el sportinguismo se encomienda a cualquier santo que le pueda ayudar.

El Molinón se congració ayer con su equipo. La presencia de muchos jugadores de la casa imprimió otro carácter al Sporting. No bastó con eso, pero al menos la actitud fue muy distinta de la de Pamplona, con la excepción de siempre de quien hizo la guerra por su cuenta. No es mucho lo que pide la grada rojiblanca. Le basta con un equipo comprometido, que se parta la cara como lo hizo ayer el Sporting. Es cierto que se toma ya resignación la falta de talento para resolver situaciones decisivas de un partido tras otro. En Pamplona dos malos controles condenaron dos ocasiones clamorosas, ayer hubo un disparo al aire y dos paradas portentosas de Diego López. Pero en general, al equipo le falta fútbol. Le ha faltado toda la temporada. Para ser justos, el Sporting de los últimos años ha tenido más compromiso que creatividad y ha mantenido una querencia a saltarse el centro del campo.

Sergio y Nacho Cases tuvieron mucha culpa del estimable primer tiempo del Sporting ayer. Cuando al equipo le faltaron piernas, le sobró corazón. Así se explica la carga final que estuvo cerca de devolverle la vida a los rojiblancos.

Mención especial merece Rubi y su inmovilismo. De entrada, al igual que en San Sebastián, el técnico sacrificó a Carmona. Luego, tras el empate del Espanyol, que deja al Sporting en una situación muy comprometida, tardó una eternidad en buscar soluciones en el banquillo, cuando el equipo pedía a gritos un segundo delantero. En el otro banquillo, a Quique no le gustó el primer tiempo y tomó en el descanso una decisión crucial que viró el rumbo del encuentro. Para eso están también los entrenadores.

El Sporting avanza lento, a un ritmo cansino que se antoja insuficiente por la falta de tiempo. Hay ganas de creer, pero sobrevuela la sospecha de que el equipo no sacará demasiados puntos en este tramo final de liga. Todos los motivos para la esperanza llegan de los tropiezos ajenos, mientras las oportunidades de acercarse a la orilla se ven pasar por la ventanilla del tren perdido.