Aunque seguirá habiendo optimistas como el propio Rubi que expriman las matemáticas hasta que les salga alguna cuenta propicia para el Sporting, lo cierto es que el rojiblanco no parece un equipo en el que se pueda confiar. Más allá del espejismo de las dos claras ocasiones que pudieron cambiar la deriva del encuentro, el Sporting nunca le hizo frente a un Villarreal del que le separa un abismo. Tantas facilidades dio el Sporting, que el Villarreal acabó goleando a pesar de que sus delanteros no fueron ayer un dechado de eficacia y perdonaron algunas ocasiones clamorosas, en particular Soriano (dos) y Soldado.

Ni con defensa de cuatro, ni con una línea de cinco, los males defensivos del Sporting tienen remedio. Los rojiblancos se condenan por su falta de seguridad defensiva y conceden ocasiones de la nada, casi siempre por errores propios que facilitan el camino a los rivales. Como se dice en Asturias, "ye malu pa el".

El partido de Villarreal condensa lo que ha sido la temporada del Sporting. Tras resistir el dominio de un rival muy superior a todos los niveles (como equipo y como club), el Sporting comenzaba a creer, vivía sus mejores momentos y encadenaba dos ocasiones clamorosas que repelieron el larguero y la mano firme de Andrés Fernández. Como la temblorosa esperanza del maltratado, el Sporting no se acabó de ilusionar con sus opciones, temeroso de que el destino le guardara una trampa en cualquier trinchera. De nuevo, el rival sacó rentabilidad de un fuego controlado. Un mal centro al área, un balón que debería ser sencillo para cualquier defensa del fútbol profesional, acabó en la red de Cuéllar. Primero fue Amorebieta quien cabeceó hacia el centro de la frontal del área. Moi Gómez dio continuidad al error con una volea pifiada que no alejó el peligro y, para más inri, se desentendió de la jugada. El balón le cayó a Rodri quien de cabeza dibujo un pase bombeado (como habían ensayado en el calentamiento) a Soldado que buscó la espalda de una defensa que intentaba achicar. El balón fue un caramelo para el delantero en activo que más daño le ha hecho al Sporting (8 goles). Soldado amortiguó y definió con eficacia burocrática, como el que lo ha hecho mil veces.

Ese tanto puso fin a la esperanza rojiblanca de sacar algo positivo del estadio de La Cerámica. De hecho, el Sporting se resquebrajó como un jarrón caído y protagonizó un gris segundo tiempo en el que pudo salir con una goleada mucho más amplia.

El equipo ya conoce su condena y, salvo milagroso indulto de última hora, queda únicamente a la espera de que el Leganés le ponga fecha a su ejecución. A la vista de los acontecimientos, parece una mera formalidad, una pura cuestión de tiempo. El Sporting es, desde hace semanas, un equipo entregado, que asume su condición como un castigo divino, sin rebelarse nunca contra su destino.

Sorprende también la inmovilidad del consejo. Su falta de acción, de decisiones, es inadmisibles. El capitán se asoma a la borda para ver hundirse el barco, sin tratar de reflotarlo.

Como estaba previsto, Rubi presentó en Villarreal una defensa de cinco hombres, con dos carrileros profundos y mucha gente por dentro. Cop fue un islote que poco pudo hacer. El objetivo del técnico era arañar cualquier punto de apoyo en el campo de uno de los grandes de la Liga. El espejismo duró muy poco, el Villarreal acumuló ocasiones clamorosas durante todo el partido. Isma López sacó la primera sobre la línea de gol y Soriano, desafortunado ayer, pifió un remate franco ante Cuéllar.

Sufría el Sporting, que de pronto ganó cuerpo en el partido. Con mucho protagonismo de Moi Gómez, el equipo creció y empezó a merodear con aviesas intenciones las inmediaciones de Andrés. Hacía falta asustar y tuvo que ser el propio Moi Gómez el que se encargara de ello con un zurdazo al larguero. Acto seguido, ejecutó un córner que cabeceó Xavi Torres en boca de gol, pero se topó con la ágil respuesta del portero.

El sportinguismo sintió que ahí se le iba la vida. La reacción fue inmediata y, como tantas veces en este liga, a los rojiblancos les fallaron sus cimientos de barro. Bastó un centro vulgar al área para que la defensa se hiciera un lío con dos despejes fallidos y un desorden evidente. Con un sólo cabezazo, Rodri convirtió el barullo en una ocasión clamorosa a la que Soldado le hizo los honores.

El segundo bofetón llegó a la vuelta del descanso. Burgui evitó apretar a Jonathan Dos Santos y el brasileño filtró un pase que puso a Bakambu a las puertas del gol y el congoleño no perdonó.

El Sporting siguió dando facilidades y el camino hacia Cuéllar se transformó en una autopista sin peaje. Soldado perdonó el gol más claro del mundo, antes de Bakambu redondeara el marcador y Douglas marcarse el gol del supuesto honor rojiblancos.

El Sporting ha escrito su propio destino y no puede culpar a nadie de los errores que ha cometido, en todas las parcelas deportivas, en el campo, en el banquillo y en los despachos. La travesía hasta el final de temporada se está haciendo larga, pero aún falta el golpe definitivo. El Sporting se ha convertido en un equipo que le duele a su afición, que sufre con su desempeño en cada jornada, estupefacta ante la descomposición del proyecto más ilusionante de los últimos años. Y nadie parece reaccionar en el club.