El Sporting de los últimos años se ha especializado en contratar pólizas con riesgo a terceros. Los rojiblancos han logrado la mayoría de sus éxitos recientes con colaboraciones estelares de otros equipos o, en su defecto, gracias a los fallos de sus rivales directos. Probablemente la situación nunca había sido tan desesperada como la actual, donde hace falta un milagro mayúsculo para salvar la categoría. Lo malo no es la combinación de resultados improbables que se requiere, lo peor son las sensaciones que transmite el equipo, que no parece en condiciones de superar a los rivales más asequibles.

Y sin embargo, el sportinguismo alberga aún un diminuto rayo de esperanza. Suceda lo que suceda hoy en Ipurúa, el Sporting no consumará su descenso, ya que tienen el golaverage a su favor. Las cuentas más optimistas para los rojiblancos contemplan una única victoria del Leganés en los cuatro partidos que le quedan por jugar. El triunfo se produciría precisamente en la última jornada, en la que se enfrentan al Alavés unos días antes de la final de la Copa del Rey. Los optimistas dan por hechas las derrotas ante Eibar y Athletic fuera de casa y Betis (siempre el Betis) en Butarque.

La ecuación de la permanencia rojiblanca requiere de un pleno de victorias del Sporting en los tres partidos que le restan. Ante un Las Palmas que lleva semanas dejándose ir, ante un Eibar que quizá ya no se juegue nada en la penúltima jornada y ante el Betis (siempre el Betis) en El Molinón. Son las cuentas de la lechera rojiblanca, pero el equipo está en la obligación de apurarlas.