Si bien el campeonato para el Sporting finalizó oficialmente el pasado sábado con la pachanga frente al Betis, la realidad es que para todo el sportinguismo ya lo había hecho una semana antes, en Eibar, una vez consumado el descenso. Desde entonces, la afición rojiblanca se mantiene a la espera de movimientos por parte del Consejo, en relación a las incorporaciones que a estas alturas deberían ya estar más que cerradas; esto es: un nuevo Director Deportivo y un nuevo entrenador. Y sin embargo, seguimos esperando.

El nerviosismo que esta espera está produciendo en los corazones rojiblancos es tal, que más de uno ha dejado aparcado el repetido “Fernández Vete Ya” y lo ha sustituido por un “Fernández Ficha Ya”. Probablemente porque saben que lo primero es pedir casi un imposible si no se cuenta con los aliados apropiados, mientras que lo segundo, no debería ser un problema para una entidad que pregona a los cuatros vientos, el ser una ‘perita en dulce’ para cualquier profesional del fútbol. ¿O tal vez el problema sea que al contrario, venir al Real Sporting (Sociedad Anónima Deportiva para desgracia de todos los sportinguistas), tal y como están las cosas, es un ‘marrón’ en toda regla? Viendo la espantada general que se está produciendo y las reticencias o condiciones de algunos jugadores para seguir en el club, unidas a las negativas ya recibidas para hacerse cargo de la secretaría técnica, la impresión es que este club es una como casa en ruinas, en la que nadie quiere vivir.

No puede extrañarnos que sea así, si miramos fríamente y con perspectiva el devenir del Sporting en los últimos cinco lustros. Llega un momento en que las palabras y las promesas bonitas no engañan a nadie y lo único que tiene valor son los hechos consumados. En esta vida, tanto en lo profesional como en lo personal, el currículum y la historia que cada uno tiene sobre sus espaldas, pueden ser alas con las que volar hacia las cimas más elevadas o por el contrario, piedras con las que hundirte en la mayor de las miserias. En un caso no faltarán quienes quieran unirse a tus sueños de grandeza, mientras que en el otro, todos huirán de ti como de la peste.

Y no podemos engañarnos: a día de hoy, lo único que el Sporting puede ofrecer como algo ilusionante para que alguien decida unirse al club, es su afición. Detrás de ella, la nada más absoluta. Porque ni Mareo, otrora cantera envidiada en el fútbol español, es ya motivo de reclamo. Quien más, quién menos, en este mundillo donde como en todos funciona el boca a boca, conocen la realidad que se esconde detrás de unas instalaciones idílicas en apariencia.

A pesar de todo lo expuesto anteriormente, soy el primero en confiar en que precisamente a través de la fuerza de esta afición, irreductible a las dificultades y a las penurias debidas a quienes nunca debieron entrar en la Historia con mayúsculas del Real Sporting (nuestro Sporting, el de antes de su llegada), algún día podamos volver a sentirnos orgullosos disfrutando de un equipo, donde la cantera no vuelva a ser la solución de urgencia sino una filosofía verdadera. Pero como en toda casa en ruinas, para poder edificar una nueva, previamente, es necesario demoler por completo la existente. Sería casi utópico imaginar algo así en el Sporting, pero es innegable que urge una reestructuración profunda en todos los estamentos del club. Y no podemos perder ni un día más. El tiempo sigue corriendo en nuestra contra.

Post Scriptum: tras el descenso, ¿se ha vuelvo a hablar con aquellos ‘maravillosos’ patrocinadores que iban a poner fin a la política de sobrevivir a costa de mendigar en el erario local y regional?