El Sporting B se dio un baño de bronce. El filial rojiblanco consumó su regreso a Segunda División B al primer intento, aunque lo hizo con más sufrimiento de lo que pudiera indicar el marcador o la temprana e injusta expulsión que sufrieron los visitantes. Los nervios atenazaron a los guajes de José Alberto en un partido que se les puso de cara en varias ocasiones. A su favor tuvieron un arbitraje innecesariamente casero y la fortuna de que los postes protegieran a Dani Martín en dos momentos decisivos.

En un Mareo a rebosar, el Sporting B resolvió su ascenso en tres minutos. Fue el tiempo que tardó Jaime Santos en recibir un balón en el vértice del área, recortar hacia dentro y sacar un disparo venenoso que interceptó un brazo de Jon Aranda. Un penalti clamoroso que allanó el ascenso rojiblanco en presencia, de nuevo, de Torrecilla y de buena parte del consejo. Se echó en falta al presidente, Javier Fernández, y al entrenador, Paco Herrera.

Lo que le sobró a la jugada que marcó el partido fue el exceso de celo arbitral al expulsar al central vasco por esa acción. El goleador rojiblanco Claudio asumió la responsabilidad y transformó la pena máxima.

Lejos de resignarse a su suerte, el Beasain se rebeló contra la injusticia arbitral y contra su destino. Con más arrojo que fútbol, dio un paso al frente y buscó la gloria. El Beasain planteó una batalla aérea que los guajes no rehuyeron. El filial despertó con el estruendo de un balón que Pablo Balerdi que estampó en el larguero de Dani Martín. La reacción fue inmediata. El Sporting B montó una contra que gestionó Claudio con apertura a Jaime Santos, quien picó la pelota con la derecha. El balón parecía perderse por la línea de fondo, junto al poste, pero la voracidad de Claudio, un cazador insaciable que cuando olfatea el rastro no suelta la presa, le llevó a rebañar la pelota sobre la línea y a embocar el segundo.

Con el dos a cero, el ascenso parecía resuelto, pero los guajes cayeron en la trampa del Beasain. Los nervios afloraron y el filial comenzó a cometer errores no forzados que le complicaron la vida. Como el de Nacho Méndez, cuando quiso sacar rápido una falta en campo propio y le entregó el balón a Jon Ander, otro gran depredador, que se fue directo a portería y superó la salida de Dani Martín.

La incertidumbre lo invadió todo. El filial logró forzar un saque de esquina en el tiempo añadido del primer tiempo. Y fue así, en la suerte que mejor dominan los vascos, como el Sporting B encontró una tranquilidad relativa. Cayarga puso un balón de oro y el gigantón Pablo Fernández se adelantó a todos para cabecear a la red.

La paz no duró demasiado. Al filial volvieron a consumirlo los nervios y de nuevo se complicó la vida en una falta a favor. Claver completó una gran acción individual y metió un balón al segundo palo. El manotazo de Dani Martín a la pelota no alejó el peligro y el central Javi Quintana cabeceó a la red para llenar Mareo de tensión. El infarto estuvo cerca tras otra gran acción individual de Pablo Balerdi, el mejor de los visitantes, que estrelló el balón en la cepa del poste.

El filial quiso recomponerse y tuvo algunas buenas acciones a la contra que no terminó de definir. Un gol visitante en ese momento hubiera dejado fuera a los guajes. La resolución llegó de nuevo con polémica. Un centro duro de Pablo Fernández fue cabeceado por Claudio, que entró con todo. La pelota se fue al larguero, botó en el límite de la línea de gol y regresó al larguero antes de salir. El asistente dio gol entre las protestas visitantes en una acción muy confusa. Ya con viento a favor, Nacho Méndez filtró un pase entra la defensa y Rubén redondeó la goleada y el baño de bronce.