Victoria balsámica del Sporting. En la línea del Barakaldo, los gallegos se mostraron hambrientos por complacer a su gente. A los asturianos ya les encajaban más las piezas. Sorprenderles es más difícil. O al menos no tan sencillo. El monólogo interno rojiblanco es mover con sentido el balón. Pero son como un niño que empieza a hablar: saben a qué se refieren, aunque a veces no encuentran las palabras para expresarlo. Por eso, todavía es más rápido señalar que pensar. Por eso, lo mejor del Sporting siguen siendo detalles de calidad puntuales.

Así llegó la primera ocasión. La tuvo Viguera. El riojano se quedó solo delante del portero tras una buena maniobra. Parece que tiró a dar, porque la bola se estrelló fuertemente contra Edu. Antes, los locales tuvieron una de falta. El susto más grande del Pontevedra llegó con una internada. Juan Rodríguez arriesgó con una tranquilidad impropia de su edad. Desde el suelo, cortó el mano a mano. Se levantó, ordenó a los suyos y se puso a defender el córner. Aparentó ser más veterano de lo que en realidad es.

A partir de ahí quienes llevaron el bastón de mando fueron los visitantes. Era un dominio más tácito que expreso. Cual trilero, los rojiblancos cambiaban el balón de sitio continuamente. Pero el Pontevedra descubrió el truco: no mutaba su posición en el espacio. Siempre aparecía un jugador granate un segundo antes de romperse la defensa. Aún así, sufrieron. Scepovic probó fortuna de libre directo. Le faltaron centímetros para anotar. Viguera tuvo una más. Edu le adivinó las intenciones. Como en las películas, el héroe fue el individuo menos esperado. Juan Rodríguez saltó más que nadie para marcar de cabeza, con la ayuda del larguero. Empató Jorge Hernández. Fue pasivo-agresivo. Más que controlar el balón, lo domó. Luego, lo pateó sin piedad. Mariño voló con retraso. Cuando tocó el césped, ya era gol.

En la segunda parte, el Sporting inició el carrusel de cambios. También los gallegos. Rubén García jugó sus primeros minutos con la camiseta rojiblanca (ayer de blanco). De momento, se le ve falto de velocidad pero no de visión de juego. Ni de pillería. El segundo gol gijonés llevó la firma de Pablo Pérez pero lo dictó el ex del Levante. Sacó rápido una falta cuando los de casa colocaban la barrera. El extremo, solo ante el arquero, tuvo todo el tiempo del mundo para recrearse.

Paulatinamente, el ritmo disminuyó. El Sporting dominaba y el Pontevedra se dejaba hacer. Pablo Pérez siguió dejando detalles del jugador que apunta. Pedro Díaz levantó al público de la grada con un caño que sacó los colores de Jimmy. Cerraría el resultado Rubén García. Tras un tiro de Carlos Castro, el centrocampista salió de las sombras para recoger el rechace. Después, los asturianos dejaron morir el partido. En resumen, quizás la mejor versión del Sporting en lo que va de verano, aunque aún tiene a la vista sus debilidades.