El día en que debía confirmar las buenas sensaciones mostradas ante el Eibar, el Sporting sembró el escenario de dudas. A los rojiblancos se les marchitó la alegría y les faltó fútbol para marcar diferencias ante un rival, estimable, pero de inferior categoría, como el Racing de Santander. El Sporting llevó el peso del partido, pero no tuvo el control del juego, que nunca supo gobernar a su conveniencia. Fue, en realidad, un dominio estéril y poco productivo, incapaz de medir la evolución del exportero rojiblanco Raúl Domínguez. La sensación es que el Sporting se siente más cómodo replegado que llevando la iniciativa. El partido fue un bodrio veraniego, que se resolvió con dos penaltis discutidos y muy poco protagonismo de los porteros.

Contra todo pronóstico, Herrera alineó un equipo plagado de titulares que, tras el descanso, dio paso a la segunda unidad, mucho más fresca y atrevida por la presencia de los hambrientos y talentosos Nacho Méndez y Pedro Díaz. La alineación inicial tuvo la novedad de la dupla ofensiva, que no alteró significativamente el dibujo ya que Scepovic estuvo siempre un paso por detrás de Carlos Castro. El partido de Luanco deja también la vuelta al equipo de Babin, ayer como tercer central por detrás de Barba y Quintero. Las aguas de la Copa Caribe vuelven a su cauce.

La penúltima prueba del verano deja más sombras que luces. El Sporting tiene un problema de creatividad, que es lo más difícil en el fútbol como en todo. Cuando tiene que llevar la iniciativa es un equipo plano, horizontal, espeso y tampoco en las bandas encuentra escapatoria. Y eso que Rubén, que ayer jugó el partido completo y alternó las dos alas, sigue dejando detalles de buen futbolista, aunque se espera que logre mayor continuidad.

El Racing de Santander le planteó al Sporting un partido que le van a jugar muchas veces sus rivales este año, sobre todo en El Molinón. Le espero atrás, le entregó la pelota sin condiciones y redujo el terreno de juego a apenas unos metros. Demasiado estrecho como para encontrar espacios. Tampoco acompañó la escasa movilidad de la pareja de delanteros, Scepovic y Carlos Castro, que apenas ofrecieron desmarques de ruptura y tampoco se vieron en situaciones de remate. Tan sólo Castro tuvo dos opciones a pase de Rubén García. A la primera, no alcanzó. La más clara le vino al pie derecho y en lugar de rematar a la primera, se le hizo de noche intentando controlar.

El problema está en el cerebro. Con Sergio y Álex Bergantiños a los mandos, Herrera se asegura el control del centro del campo y la seguridad defensiva, pero los delanteros sufren un gran problema de desabastecimiento. En ese aspecto, que no en otros, el Sporting mejoró con los guajes, que además crearon mucho peligro acabando ellos mismos las jugadas.

El partido de Luanco es un toque de atención. Un aviso a navegantes con vistas al inicio de temporada. Si el Sporting quiere ser un equipo dominador, necesita más fútbol. Más alegría.