Aunque le falta algún pespunte, el Sporting de Paco Herrera tiene hechuras de equipo grande. El diseño aún está en la primera fase de pruebas, pero salta a la vista que el entrenador catalán le ha hecho a su equipo un traje a la medida de la Segunda División. Sin purpurinas ni bordados, sin más adornos que los necesarios, el Sporting se ha puesto la ropa de faena y le encaja como un guante. El diseño es el clásico que triunfa en la categoría, un modelo sólido y bien armado, sin fisuras ni aberturas y con una eficacia máxima. El Sporting de la Liga llega al derbi lanzado, con siete puntos de nueve. Y es, ahora mismo, un equipo que mete miedo al más pintado.

Ni en el mejor de sus sueños, pudo imaginar Paco Herrera un escenario tan favorable. Dos goles de ventaja a los quince minutos y tres al descanso, en un ejercicio de contundencia que aboca directamente al éxito. Una jugada de estrategia, una transición eléctrica tras una recuperación de un central y una pillería de Rubén García, inmune a la ternura de la defensa visitante, dictaron sentencia. Antes de lanzar las campanas al vuelo, conviene considerar que el maratón (¿qué es la Segunda división más que una maratón?) es una carrera de larga distancia, que siempre es bueno empezar con sensaciones favorables, pero en la que a veces cuesta mantener el ritmo. De los cuarenta y dos kilómetros a recorrer antes de llegar a la meta (sin contar el sprint añadido de la fase de ascenso), el Sporting marcha saleroso por el tercero, pero es seguro que habrá pájaras y malos momentos.

La primera gran noticia es que los rojiblancos se instalan en la zona alta, que marcan distancias (numéricas y de músculo) con el grueso del pelotón y que se confirman como un equipo versátil, que sabe mudar su piel en función de las necesidades del momento. El mensaje que lanza el equipo es de fortaleza.

Paco Herrera fue fiel al equipo y al sistema de juego que doblegaron al Lugo en el segundo tiempo del anterior envite. La única licencia del técnico, que va posicionando a sus hombres de confianza, fue la entrada de Álex Pérez en detrimento de Quintero. Sporting y Nàstic se plantaron sobre el césped con el mismo dibujo, aunque lo interpretaron de modo muy diferente. Como estaba previsto, los de Lluis Carreras tomaron como referencia el modelo Barça, con más posesión que profundidad y sin apenas filo. El Sporting usó el mismo diseño para abrigarse, supo esperar su momento y golpeó con furia cuando el rival bajó la guardia.

El partido se le puso pronto de cara al Sporting. Fue de nuevo en una jugada de estrategia. Rubén García amagó con buscar a la corta el córner que sacó Carmona y en la vuelta cabeceó en el primer palo. Xavi Molina, mal perfilado para el despeje, mandó a la red un balón que iba para adentro. El Nàstic no descompuso la figura y quiso llegar combinando. Álex Pérez anticipó un pase en el centro de la defensa, entregó para Carmona y la jugada cogió velocidad. El balear conectó al espacio con Scepovic, quien definió como en los buenos tiempos.

El Sporting controló el escenario y el partido entró en vía muerta. Lluis Carreras aprovechó el tiempo de hidratación para rearmar a su equipo, que vivió sus mejores momentos, hasta que de nuevo derrapó de atrás. En esa fase fue cuando Mariño mostró su solvencia con algunas intervenciones eficaces. Hasta que una pillería de Rubén García, que le robó la cartera a Perone, decidió el encuentro.

La segunda parte fue un trámite necesario que los dos equipos abordaron sin estridencias. El Sporting se arrebujó aún más para no tener ningún susto, consciente de que llegaría su momento. Llegó en otra anticipación de Álex Pérez, en el enésimo pase vertical y raso de los catalanes. Otro mal entendimiento de los defensas, dejó la pelota a los pies de Moi Gómez con campo por delante. El alicantino condujo lo necesario hasta que se desplegaron las alas y filtró un pase que dejó a Michael Santos frente a frente con Perales. El uruguayo regateó con clase y al portero no le quedó más alcance que agarrar su pie y derribarlo. Santos es un tipo de carácter, que se impuso en el debate con Scepovic, y clavó el penalti en la escuadra.

A partir del cuarto gol, los dos equipos se dejaron ir. Los locales pusieron un poco más de ímpetu para buscar el tanto del honor, en particular, desde que Carreras alistó a los gijoneses Álvaro Bustos y Juan Muñiz. Para el Sporting, la prioridad era ya alcanzar el final del encuentro sin grandes sobresaltos. Los rojiblancos mantienen su portería inmaculada por tercera semana, gracias al increíble error de Omar en boca de gol.

Aún es pronto para eliminar rival y sería una locura tocar a rebato. Después de un festín como éste, conviene siempre, al cuerpo y al espíritu, una lectura sosegada. El Sporting está, al fin, donde se le esperaba, pero es cierto que es el único de los grandes favoritos que avanza con el rumbo bien definido. La talla del entrenador se medirá en su capacidad para acercar al equipo a una digestión suave. No conviene atragantarse.