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Herrera guarda el secreto

El técnico dice saber qué le pasa al Sporting ante los grandes de Segunda pero opta por el silencio

A esas horas en las que por la cuidad solo ruedan los taxis después de un largo puente en el que son más largas las sobremesas que las cenas, a veces las cuentas salen mejor. Las del Sporting van de lujo. Siete de nueve en tres partidos es una proporción que, mantenida, da derecho a regresar el año que viene a Primera. Jugando regular, se gana. Jugando bien, se empata. Da igual, siete de nueve. Media de las buenas. Con menos, otros convierten el barro en oro.

Pero diez partidos en Segunda no lo son todo. Y menos al principio. Entra algo de tembleque cuando se ojea la clasificación y mirando más allá parece claro que al Sporting le cuesta dar la talla con los de su Liga, aunque en Segunda solo sea una. Por ejemplo, el Numancia, envidiable paciencia castellana para volver a Primera, se pegó con los suyos un día de spa a costa de la Mareona -no hizo falta construir una bañera premio Guinness, daba con lo que había- y al Osasuna solo le falló Mariño para abrir los informativos por una goleada de récord.

Con el Huesca faltó lo que faltó. Lo mismo que a los de Rubi: más pegada en unas, menos portero en otras, más suerte, menos individualismo... Da igual, siete de nueve. Pero Herrera sospecha. Sospecha de que algo le ocurre al equipo ante los teóricos grandes de la categoría. "Lo sé", dijo tras el partido ante los oscenses sobre los apagones que sufre el Sporting ante los favoritos, pero guarda el secreto sobre los motivos. "Me lo quedo para mí", cerró el enigma. Quizá la respuesta sea lo que Herrera ya comentó en las primeras semanas en las se hizo cargo del equipo, del que dijo que notaba falto de alegría, con cierto lastre mental por el descenso que impedía a los jugadores rendir en el campo al mismo nivel que en los entrenamientos. De ser así, podría entenderse que el derrotismo sigue instalado en la caseta. Que hay ataques de vértigo al verse arriba en la clasificación. Esto explicaría por qué el equipo parece dar un paso atrás y conformarse con lo conseguido cuando se adelanta en el marcador, sobre todo en El Molinón. Ya pasó ante el Oviedo, el Lorca o el propio Huesca. "Miedo a perder lo ganado", lo definió hace unas semanas Herrera.

Aunque la teoría de que el derrotismo sigue pegado en las paredes del vestuario -a pesar del regreso de los padrenuestros del padre Fueyo- tiene un par de agujeros, especialmente porque tras la salida del grueso de la plantilla del descenso y la llegada de diez nuevas caras que, sobre el papel, deberían aportar otra mentalidad, la psique rojiblanca debería haber cambiado.

Otra posibilidad es que, efectivamente, el equipo se haya quitado de encima fantasmas del pasado y lo que le pasa es que cuando domina el marcador se lo cree demasiado, piensa que ya está todo hecho y que hay tiempo para dedicarse a florituras para el lucimiento personal en busca del aplauso de una grada que ya ha dado más de un síntoma de que ha recuperado su espíritu crítico y que tiene muy claro lo que quiere.

Cerrada la semana de los nueve puntos, el Sporting tiene ahora la oportunidad de demostrar que no le tiemblan las piernas ante los gallitos. Toca visita al Rayo en Vallecas, que ha ganado los tres últimos partidos, que ha sumado 12 de los últimos 15 puntos en disputa y que en sus tres últimos encuentros como local ha marcado 8 goles, cuatro de ellos al Valladolid. Será un buen día para saber si Herrera ha dado con la tecla y encontrado una solución a su secreto.

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