Con Paco Herrera desaparecido durante todo el segundo tiempo y el Sporting completamente a la deriva, la guinda que le faltaba al pastel era el gol de David Barral, que elevaba a goleada la primera derrota como local de los rojiblancos en toda la temporada. Por el sumidero se iba una oportunidad única de volver a los puestos de privilegio. El Cádiz ha despojado al Sporting incluso de su acomodada posición en el play-off de ascenso. Con un punto de nueve y un fútbol mísero, el objetivo de aleja de forma lenta, pero progresiva. No hay excusas para la pobre propuesta de un equipo que quiere ser grande en la categoría, pero que se ha quedado sin argumentos, sobre el césped y en el banquillo, por lo que ya no causa respeto a los visitantes de El Molinón.

El Sporting más gris de la temporada se quedó mudo ante el orden gaditano. Bastó con eso para desarmar al Sporting, con guardar el sitio, con no arriesgar y aprovechar las ventajas concedidas por los rojiblancos. El equipo de Paco Herrera ha descarrilado definitivamente con un punto de nueve en un tramo amable del calendario. Y lo peor de todo es que no hay a quién culpar. El único responsable del este invierno futbolístico es el propio equipo. La inseguridad se ha adueñado de unos futbolistas que no son ni su propia sombra y de un entrenador desbordado que se adorna con un discurso agradable al oído, mientras sus actos contradicen la más elemental lógica rojiblanca. En este club, desde siempre, las soluciones se han buscado en el equipo filial como le recordó ayer el campo, justo antes de que fuese dando entrada a los canteranos Carlos Castro, Rachid y Pablo Pérez. Oído cocina. Ni rastro de Viguera, ese futbolista al que defiende en la sala de prensa, pero que no alinea en el once.

La pitada con que se despidió al equipo al final de cada acto de este drama dejó a las claras el malestar con el Sporting. Mientras los aficionados reclamaban jugadores de Mareo, los errores se sucedían sobre el césped en una noche oscura y desapacible. A tono con el juego de los rojiblancos. La propuesta fue rácana a todos los niveles y las alarmas saltaron cuando quedó claro que el edificio era tan endeble que temblaba hasta la defensa, en la que se localizaban hasta ahora las piezas más sólidas del castillo. Para el Cádiz, al que le sabía bien el empate inicial, la ventaja en el marcador fue una especie de adelanto de la Navidad. Flaqueó el Sporting de nuevo en la defensa de las estrategias y toleró un remate cómodo y a bocajarro de Garrido. El desastre fue demasiado como para justificarlo por la ausencia de Sergio.

No es fácil salir de una depresión como ésta en la que se ha sumido el Sporting. Las heridas son profundas y el desconcierto grande. Sin una propuesta de juego, con un baile de sistemas y de posiciones y sin la valentía para darles campo a los jóvenes talentos que lo vienen pidiendo, el Sporting se ha convertido en un equipo aburrido y poco consistente. La fórmula está claro que no funciona, por más empecinamiento que se ponga. Herrera toca siempre las mismas teclas a pesar de que está claro que algunas desafinan, seguramente las preferidas por el técnico. Este equipo necesita ideas nuevas, sangre fresca. Ese descaro de la juventud.

El Sporting no hizo ni un disparo entre palos en la segunda mitad

La baja de Sergio fue cubierta, como estaba cantado, por Moi Gómez y Carmona, con lo que Bergantiños navegó solo entre dos líneas de cuatro y el Sporting se quedó a medias de todo. Defendió mal y atacó peor. Construir el juego, directamente no fue una opción. Álex Pérez se arrobó la responsabilidad de dar salida a la pelota, en parte por su atrevimiento, pero también porque el Cádiz invitaba a ello sabedor de una rápida recuperación. El Sporting sigue sin un cerebro, mientras Rachid se marchita en el banquillo y los guajes del filial ven cada día más lejos la puerta del primer equipo. No hay forma de tirarla abajo cuando te la están blindando con ocho candados.

El Sporting le dejó la pelota a un Cádiz que tampoco la quería, pero que supo gestionarla mejor que los rojiblancos. Con seis futbolistas guardando la posición, Álvaro Cervera desplegó sus alas y su equipo voló. Mención especial para Salvi, una flecha que estuvo en todo lo bueno de los amarillos.

Un nuevo gol en una estrategia mal defendida aireó las vergüenzas del Sporting. Garrido cabeceó a bocajarro. Inapelable para Mariño. Tras el gol vinieron los mejores momentos del Sporting con dos únicas llegadas: un remate que Santos estrelló en el portero y una anticipación de Scepovic que provocó la estirada abajo de Cifuentes. El Cádiz controló el arrebato rojiblanco y se adueñó de la situación en pocos minutos. Hubo otro conato de reacción a la vuelta del descanso que fue rápidamente sofocado.

El Sporting quería dar un paso adelante y dejó pista libre a Salvi para un nuevo despeje. De extremo a extremo, su centro lo embocó Álvaro anticipándose a Calavera. Mientras Paco Herrera iba atendiendo las peticiones de la grada con sus cambios, el Sporting quiso, pero ni pudo ni supo. No hubo ni un remate a palos de los rojiblancos en todo el segundo tiempo. Lo más cercano fue un disparo de Rachid con la zurda que lamió el poste tras una buena maniobra de Carlos Castro y una dejada de Scepovic.

Para que al partido no le faltase de nada, Álvaro Cervera decidió sacar a Barral, que fue recibido con división de opiniones. El tiburón de San Fernando pidió perdón tras remachar a la red una nueva dejada de Salvi (atento a este extremo Torrecilla), pero el daño ya estaba hecho. La bronca al final del partido retumbó con fuerza y eso que un parte importante de los aficionados no aguantaron el suplicio hasta el final, puesto que el desenlace estaba cantado.

Quizá sea una anécdota o quizá uno más de los síntomas alarmantes que emite el equipo, pero fue muy significativa la ausencia de Paco Herrera durante todo el segundo tiempo. El marrón se lo comió su segundo Ángel Rodríguez, mientras se escuchaban voces en la grada exigiéndole al primer entrenador que saliera del banquillo.

La buena noticia, por decir algo, es que el Sporting está a tiempo de tomar la medicación y de que le haga efecto. Lo ideal sería que el director deportivo le recetase a este equipo algunos reconstituyentes, pero tampoco estaría de más que Herrera tocase teclas para ver que tal suenan, no vaya que afinen más que las actuales. El Sporting tendrá que ganarse fuera de casa los puntos que fue incapaz de defender en El Molinón. El margen se ha agotado y urge levantarse y volver a avanzar.