Con el debate puesto sobre la mesa por el entrenador del Sporting, sobre si el equipo se hallaba inmerso o no en una crisis, llegaba a la vera del Piles otro otrora ilustre club como el Real Zaragoza. A la cita no falló como era de esperar la afición rojiblanca, que de nuevo respondió con una más que notable entrada en un horario reservado para adultos.

Un público dicho sea de paso, que sin necesidad de que nadie se lo indique o solicite, apoyó sin fisuras a sus jugadores incluso cuando el partido se le puso cuesta arriba. Tan solo a falta de 15 minutos, con el tercer cambio realizado por Herrera, mostró con pitos y pañuelos su total disconformidad con el técnico y con sus jugadores. Y ya sí, con el pitido final, quienes aguantaron en las gradas para entonces muy despobladas, dirigieron su mirada y sus protestas hacia el palco.

Antes del partido había la duda de si Herrera, que se había manifestado satisfecho con lo visto en el último partido en Albacete, mantendría el mismo esquema táctico, como finalmente así lo hizo. Defensa de tres centrales pues, a pesar de jugar en casa y con la única salvedad de que fue el canterano Juan Rodríguez quien ocupó el puesto de Quintero, quien tras esta decisión, es evidente que queda muy tocado de cara al futuro. Pero viendo la actitud vergonzosamente pasiva del colombiano cuando le tocó calentar, quizás no merezca otra cosa.

La primera media hora del Sporting fue un calco de lo que viene siendo el juego del equipo en esta temporada: ausencia total de ideas con apenas llegadas de peligro al área rival. Para más inri, durante todo el partido las jugadas a balón parado a favor volvieron a ser tan inocentes, como peligrosas lo fueron las del rival.

No resultó así de extrañar que el gol del Zaragoza llegara en un saque de esquina con un grave error en la marca. Ni que el Sporting marrase un penalti a falta de cinco minutos para el final, que quién sabe si hubiese servido para espolear en busca de la remontada, a un conjunto sportinguista que siendo justos y más allá del espectáculo ofrecido, hizo méritos para haber al menos logrado un punto. Aunque hoy sólo sirviera ganar. Pero es lo que ocurre cuando un equipo está en crisis: que con muy poco cualquiera es capaz de ganarte.

En el debe de Herrera hay que señalar algo que se viene repitiendo; y es que los cambios realizados, no sólo apenas sirvieron para mejorar, sino que incluso crearon desconcierto. Tal fue la sensación que se percibió desde fuera cuando Bergantiños cayó lesionado y en su lugar, entró Castro, cuando lo más lógico parecía recurrir a Nacho Méndez. Al cambio de sistema y con la posterior entrada de Moi por Carmona, le siguieron minutos donde el Sporting parecía un pollo sin cabeza.

Dos puntos de los últimos quince en juego, con dos derrotas consecutivas en casa dan para mucho que pensar. Lo peor otra vez no son ya esos resultados claramente negativos, sino la imagen de un equipo que refleja sobre el césped la misma tristeza que transmite en su rostro Herrera.

Tras este nuevo revés decir crisis sería ya decir poco. Lo de ahora es una crisis total en toda regla. Por ello, la próxima semana en Barcelona podría ser definitiva para Herrera. El ultimátum está sobre la mesa. Y quien lo dude es que todavía cree en los Reyes Magos. Esos que de momento a este Sporting le tienen reservado un cargamento de carbón.

Post Scriptum: la decisión final de hacerle a Quintero ficha profesional y no del filial como era la primera intención, ¿fue pura planificación o mera improvisación?