"No me lo esperaba. Me he llevado una gran alegría". El pasado jueves Mario Villa se llevó una gran sorpresa mientras tomaba el vermú junto a su esposa y su madre, a la que ha venido a visitar. Este gijonés, que lleva prácticamente toda su vida en Bruselas, se encontró con la plantilla del Sporting disfrutando de la comida navideña. Y aprovechó la circunstancia para fotografiarse y charlar con algunos de ellos, como Carlos Carmona. "Todos los años vengo a ver seis o siete partidos. Intento que coincida cuando juegan dos seguidos en casa, y así vengo a disfrutar de mi familia y de mi Sporting", señala.

A sus 64 años, Mario Villa lleva dos jubilado, tras trabajar durante 42 años en Bélgica en la fábrica de Wolswagen. Se fue muy pequeño con sus padres, volví un tiempo con su abuela a Gijón, pero regresó de nuevo a Bruselas, donde vive junto a su esposa, Loli Torres, otra asturiana de la localidad de Nembra en el concejo de Aller.

En Bélgica siempre ha demostrado su amor por el Sporting. "Nos reunimos siempre un grupo de asturianos para ver el equipo", resalta Villa. Incluso en los años ochenta formó parte de la Peña Cultural Gijonesa, una agrupación de aficionados rojiblancos que se mantuvo 25 años.

Desde Bruselas siempre ha sufrido con su equipo, al que no dejado de venir a ver a El Molinón, y en los últimos cuatro años como socio. "En 2013 murió mi padre, que había sido socio toda la vida, y como homenaje a él, para seguir su legado, decidí hacerme socio también", resalta, al mismo tiempo que recuerda que "el principal activo del Sporting es su afición y es algo que hay que cuidar".

Ahora se encuentra "algo decepcionado" con el equipo, al que sigue a través de LA NUEVA ESPAÑA. "El periódico hace una labor impagable para que mantengamos el contacto con la tierra los que estamos fuera", señala antes de mandar un mensaje de optimismo. "Espero que el equipo coja ritmo y acabemos subiendo a Primera".