(Sociedad Anónima Deportiva para todos los sportinguistas).

Siempre se dice que tiempos pasados fueron mejores y el Sporting no iba a ser en absoluto una excepción. Pero tampoco hay que irse a los tiempos gloriosos de aquel Real Sporting con mayúsculas, que pasaba por ser un club respetado y respetable, tanto en lo deportivo como por supuesto también en lo económico. Para vivir tiempos mucho más alegres, no hace falta sino volver la mirada al histórico 'Sporting de los guajes', con Abelardo Fernández a la cabeza. "Histórico" porque así fueron los números con los que aquel equipo que partía con el objetivo de lograr la permanencia en Segunda, logró un ascenso que supuso la salvación económica de un club que por aquel entonces buscaba compradores que pudieran arreglar lo que parecía no tener arreglo. Y quizás no ya histórica, pero sí heroica, fue la salvación de ese mismo equipo la temporada siguiente, ya en Primera.

Sin embargo, este 2017 comenzó con un director deportivo (todavía Nico Rodríguez) buscando en el mercado de invierno remedio para una plantilla que tras realizar 16 fichajes, hacía aguas en casi todas sus lineas. Curioso que un año después nos volvamos a encontrar en la misma tesitura, con distinto director deportivo y por desgracia, también en distinta categoría.

Queda sólo esperar que en este mercado invernal, no se repita la misma película. Y es que aquel último mercado de invierno del lejos de solucionar lo que el de verano había destrozado (al mencionado 'Sporting de los guajes'), trajo a Gijón a tres jugadores -Mikel Vesga, Lacina Traoré y Elderson Echiejile-, de los cuales sólo el 'cachorro' de San Mamés dio un rendimiento incluso por encima del que se esperaba. Los otros dos, cedidos por el Mónaco, fueron toda una tomadura de pelo; eso sí: una tomadura de pelo enormemente costosa.

Ni la llegada de Rubi por un Abelardo ya superado por la situación, logró tampoco poner remedio a lo que sencillamente no lo tenía. Se consumaba así un triste descenso, que devolvía demasiado pronto al Sporting a la Segunda División del fútbol español con una certeza: la temporada siguiente habría derbi.

Desde el Consejo se optó entonces una vez más por hacer borrón (aunque más bien sería emborronar) y cuenta nueva. Se trajo a un director deportivo nuevo, como era Miguel Torrecilla, quien en su etapa en el Betis no es que se hubiese distinguido por grandes aciertos, todo sea dicho. Y su primera decisión fue la de prescindir de Rubi para dar el mando de una plantilla aún por confeccionar, a un viejo amigo suyo y viejo conocido también de la parroquia sportinguista: Paco Herrera.

Ambos nombres dieron ilusión a un sportinguismo que quería levantar la cabeza cuanto antes tras sufrir el trauma del descenso. De este modo, antes de que se realizaran la mayoría de los fichajes que llegaron de la mano de Torrecilla, el número de renovaciones y altas en la masa social del Sporting se iba por la nubes, alcanzándose finalmente un nuevo récord en la historia del club.

Con los 10 fichajes que llegaron y lo que había quedado de la temporada anterior, el club y todo su entorno, marcaban un objetivo claro e ineludible: el ascenso. Otorgándose además sin ocultarlo, la vitola de máximo favorito. Su presupuesto y el límite salarial de que disponía, no era para menos.

Y no empezó mal el equipo de Herrera, aunque pronto llegó la primera sonora decepción: el empate en casa ante el Real Oviedo en un partido, en el que queda la duda de qué hubiese ocurrido si los de Anquela, no hubiesen llegado con una piel de cordero de la que no supieron deshacerse hasta la segunda parte del encuentro.

A partir de ahí, comenzaron a llegar los grandes batacazos. Primero fuera de casa (Soria y Pamplona). Y después ya también en El Molinón (como la sonrojante derrota 0-3 frente al Cádiz). Una racha de 7 partidos sin ganar, con sólo dos puntos conseguidos, llevaron al Consejo a tomar una determinación: el cese de Herrera, aunque como no podía ser de otro modo, Torrecilla hiciera al cien por cien suyo.

Llegó de este modo un entrenador como el 'Pipo' Baraja, sin apenas experiencia en los banquillos, debutando en El Molinón con una holgada victoria. Sin embargo, algunos no se dejaron engañar por aquel 3-0 frente a un rival que fue cualquier cosa menos rival sobre el campo. Y así llegó de nuevo la cruda realidad al siguiente partido en Granada. Nueva derrota para cerrar un año 2017 que en lo deportivo no ha podido ser más nefasta. Primero con el descenso y después con una primera vuelta en Segunda a falta de un partido, que ha dejado al Sporting muy lejos de los puestos en los que se suponía debería estar ocupando a estas alturas.

Un 2017 en el que de nuevo se ha vuelto la espalda a Mareo. A la cantera sólo se ha mirado en momentos muy puntuales. Y eso es algo que el sportinguismo sí que no consiente. Porque si Mareo no es capaz de nutrir a un equipo en Segunda, de manera que por ejemplo haya que traer cuatro centrales de fuera, tenemos un problema muy serio.

Parece difícil que antes del campanadas el Sporting dé la suya propia anunciando ya algún fichaje. Lo que es evidente es que antes del partido de Reyes frente al Córdoba, el sportinguismo espera algún tipo de movimiento. Esperar una vez más al último suspiro para traer jugadores, no suele ser lo más apropiado. Además, dinero hay en la caja. O eso dicen. Claro que se trata de un modesto superávit en comparación con los monstruosos déficits de años pasados.

Convendría no escatimar esfuerzos (y aquí, ¿por qué no?, habría que pensar quizás también en el filial) para traer a esos jugadores de los que ahora mismo adolece la primera plantilla, si se quiere al menos intentar recuperar el terreno perdido. No será en absoluto fácil hacerlo, pero tiempo hay. Son 66 puntos en juego los que quedan. Y para empezar el 2018, nada menos que 9 serán en casa en un mes de enero que podría suponer la resurrección de este equipo o su definitiva defunción.

Adiós por tanto a este 2017 con la certeza de que ha sido un año para llorar. Para llorar por el presente y para llorar aún más si cabe por el pasado. Como sigan así, a este paso no nos van a quedar pañuelos para el futuro.