En una tarde que comenzó perezosa, atragantada y con el roscón de Reyes a medio digerir, el Sporting desenvolvió las dudas que viene arrastrando durante toda la temporada. Aunque no viajan sobre camellos, la visita del Córdoba confirmó a Mariño, Santos y Sergio como los tres Reyes Magos del sportinguismo. El primer partido del año, como cualquiera en la etapa anterior, deja una sensación de inestabilidad, de fragilidad, que amarga al paladar a pesar de la victoria. Si se trataba de volver a ganar, el Sporting logró sumar los tres puntos.Pero más que alegrar, arrancó una sonrisa a medias.

Y eso que el escenario al descanso era el soñado por Rubén Baraja y por cualquier entrenador enfaenado en la reconstrucción de un proyecto. Al paso por el descanso, el Sporting, sin grandes alardes, tenía una ventaja de dos goles, había mostrado una contundencia inusual y apenas había sufrido un remate malintencionado de Caballero que encontró una gran respuesta en Mariño. Cuesta entender qué pasó después. El Sporting dio su característico paso atrás y dejó crecer al Córdoba que se metió en el partido hasta más arriba de la cintura.

Tras jugar al despiste durante la semana, Rubén Baraja fue fiel a sí mismo y mantuvo su 4-4-2 de cabecera. Lo adobó eso sí, con el picante Carlos Castro y con la habilidad de Rubén García. La contundencia al guiso se la dio el regreso de Sergio, auténtica sustancia del Sporting. El primer gran sacrificado de las alineaciones vuelve a ser Stefan Scepovic.

El otro gran damnificado fue Nacho Méndez y con él perdió el fútbol. La llamada de Rubén Baraja al equilibrio se tradujo en un nuevo atasco en el centro del campo, por donde el balón fluyó con dificultad. Los dos primeros goles del Sporting tuvieron un origen inesperado. El primero llegó tras un pelotazo en largo de Mariño bien gestionado por Sergio Carmona e Isma López y resuelto por Carlos Castro. El mérito del portero gallego fue mayúsculo en el segundo gol.

El protagonismo del portero, más que una anécdota es un síntoma. El juego directo fue el mejor argumento ofensivo del Sporting que, eso sí, recuperó la contundencia en el área rival. El Sporting es como uno de esos toscos campeones de los pesos pesados capaces de tumbar al rival en el primer golpe, pero que descuidan la guardia incapaces de proteger su mandíbula de cristal. Al Sporting le falla el juego de pies y sufre cuando tiene que llevar la iniciativa del combate. Se siente más cómodo protegido, agazapado a la espera de sacar la mano buena.

Lo mejor que se puede decir del Sporting es que engordó su casillero de puntos y que mantiene el pleno de victorias en El Molinón en la era Baraja. Quizá no sea demasiado, pero parece una interesante plataforma para intentar levantar de nuevo al aspirante. Si no puedes jugar bien, al menos gana. Y el Sporting ganó.

El Sporting salió lanzado y adelantó por la izquierda. Una llegada de Rubén García y dos acometidas de Isma López parecieron dejar el partido resuelto. Carlos Castro y Santos se repartieron las asistencias del navarro y algunas campanas se lanzaban ya al vuelo por la zona del Piles. El Córdoba, a esas alturas, se medía el traje de cordero y se dejaba hacer mansamente. La única amenaza era el descarado talento de Javi Galán, subraye este nombre señor Torrecilla. Un buen avance suyo, justo antes del segundo gol rojiblanco, midió la concentración de Mariño. El portero gallego sirvió ayer para todo. Igual te salva el partido con una parada in extremis que inicia dos jugadas de gol.

El Sporting se mantuvo sólido durante el primer tiempo, apenas sufrió arañados y, además de los goles, reclamó un penalti sobre Rubén García y tuvo un par de buenas ocasiones en los pies del valenciano y en la cabeza de Santos. Hasta el descanso el Córdoba parecía un equipo agradable de ver, pero poco consistente. A esas alturas, se anunciaba una tarde plácida en El Molinón, de esas que no abundan.

El clima se torció a la vuelta de vestuarios. El Sporting buscó cobijo en torno al área de Mariño y el Córdoba fue creciendo a base de una propuesta más que interesante. Una pérdida en banda, dejó al Sporting desguarnecido por el flanco izquierdo. Jovanovic aprovechó el espacio para tirar una diagonal que comprometió a la defensa rojiblanca y asistió a Aguza para que dejase tiritando los cimientos de El Molinón.

El Sporting no se dejó asustar. Subió un punto la intensidad del juego y logró intimidar a Kieszek con un tiro al palo de Rubén García que fue la antesala del tercer gol. Carmona se midió el traje de extremo y sacó un centro al corazón del área donde Santos se comió a Caro con patatas y mandó la pelota a la red. Ahora sí, parecía que el partido estaba resuelto. Pero fue una sensación pasajera. En otro desajuste en el perfil defensivo izquierdo, fue Alfaro quien percutió para asistir a Guardiola. Calavera se despistó y el delantero le metió el miedo en el cuerpo al sportinguismo.

Jorge Guerrero atizó el fuego con unos cambios ofensivos casi al mismo tiempo que Baraja retiraba delanteros del campo. Pablo Pérez se quedó como la principal referencia ofensiva del Sporting y su poderosa zancada le granjeó algunas situaciones de peligro que no acertó a resolver. Mientras el Córdoba sobaba el balón en busca de opciones, la sensación era que el Sporting pescaría en cueros a su rival para sentenciar el choque.

Pero no fue así y la gran ocasión para cambiar la deriva al partido fue el Córdoba. La fe de Jona le permitió ganar un balón filtrado entre las líneas rojiblancas y le dejó cara a cara con Mariño. En un movimiento más propio de un arquero argentino, el gallego aguantó firme y rechazó el empate en una parada que vale dos puntos de oro.

No hubo entusiasmo tras el pitido final. Fue más una sensación de alivio, como de haber librado por poco. Con la vuelta de Sergio no alcanza, pero el Sporting tuvo ayer algunas cosas buenas. Baraja sale respaldado por su coherencia más que por el juego del equipo, que no acaba de encontrar el equilibrio que demanda su entrenador. El capítulo de asignaturas pendientes, a la espera de los movimientos de Torrecilla, lo encabeza la falta de fútbol que se ha cronificado. El Sporting sonríe, sí, pero lo hace a medias.