En el fútbol como en la vida el tiempo parece volar. Tal es así que como quien no quiere la cosa nos encontramos a las puertas del segundo derbi de la temporada. Ha llovido sin embargo mucho desde aquel primer partido disputado en El Molinón, cuando supuestamente los rojiblancos se presentaban como favoritos y máximos aspirantes al ascenso.

Cuántas cosas han cambiado desde aquel 1-1 que a unos les supo a derrota y a otros a victoria. Se podría casi decir que las tornas han cambiado. Y es que no hay más que ver la clasificación para ver dónde están unos y dónde están los otros. Cinco son los puntos que separan al Sporting del eterno rival, quien ocupa una privilegiada tercera plaza, a sólo dos puntos del ascenso directo.

Habrá quien pueda decir y no le falte razón, que cinco puntos en esta Segunda División, con todo lo que aún queda por jugar no es nada. Pero lo que es evidente es que el Sporting no puede permitirse dejar escapar a los azules más allá de esa cifra. Ni a ellos ni al resto de equipos ahora mismo implicados en la lucha por el ascenso. Por este motivo el objetivo número uno es lograr asaltar el Tartiere. Por esta simple razón matemática y por la más importante de todas las razones y que nada tiene que ver con los números: un derbi no puede nunca jugarse a no perder.

Se encontrarán en el Tartiere dos equipos con sus particulares rachas de resultados, que sin ser ni mucho menos idénticas, han servido para dar confianza a sus respectivas aficiones de cara al derbi. Mientras los de Anquela llevan sin conocer la derrota desde noviembre (un total de nueve jornadas acumulan sin perder), el Sporting, en los seis partidos bajo las órdenes de Baraja, ha conseguido sumar cuatro victorias. Claro que todo hay que decirlo, han sido cuatro triunfos en casa y frente a cuatro rivales todos ellos de mitad de la clasificación para abajo.

Que con Baraja el equipo parece haber finalmente encontrado su filosofía de juego es un hecho. Habrá que ver sin embargo si esta filosofía y modo de juego da para ganar fuera de El Molinón y frente a un equipo que con un fútbol para nada brillante pero sumamente efectivo, ha sabido tomarle el pulso a una categoría donde lo que prima es el fin sobre los medios. En ese sentido también jugará un papel de relevancia el nivel de intensidad que permita el colegiado de turno sobre el terreno de juego.

Como todos los derbis pero si cabe éste aún más, será un partido de alto riesgo. Y no por hechos extradeportivos que pudieran empañar lo que ha de ser ante todo la fiesta del fútbol asturiano. Sino porque de perder uno de los dos equipos, podría quedar muy tocado. No digamos ya de ser el Sporting. Pero es un riesgo que lejos de atenazar las piernas, debe servir para motivar a los jugadores.

Tras las derrotas sufridas en Granada y Lugo, es necesario más que nunca (y por ser el partido que es), que Baraja haga bueno el refrán de que “a la tercera va la vencida”. Porque si el Sporting de verdad quiere aspirar a cumplir el que era su único objetivo al inicio de la competición, no puede fiarlo todo a no fallar en casa. ¡Qué mejor momento para estrenarse fuera que hacerlo en el Tartiere! ¡A por ellos!

Post Scriptum: aunque sigue siendo insuficiente para muchos sportinguistas el número de canteranos en el primer equipo, el domingo en ese sentido sabemos ya seguro que la balanza caerá del lado rojiblanco.