"Nunca cometí la torpeza de creerme un número uno". La frase es una de las tantas sentencias que Quini, poco amigo de los focos, dejó cuando en agosto de 2015 hizo balance de su trayectoria vital y futbolística en LA NUEVA ESPAÑA. El Brujo, uno de los máximos goleadores de la historia de la Liga española con 219 goles en 448 partidos, deja tras de sí una historia que cerró ayer tras sufrir un infarto que plasmó en decenas de frases, anécdotas, reveses vitales que van desde el fichaje por el Sporting, sus primeros éxitos, su salida hacia el Barça, su secuestro, o su lucha exitosa contra una cáncer de garganta. "El gol es una obsesión, vivía de él", decía el mítico jugador del Sporting. ¿El gol más bonito? "Qué se yo, hubo tantos...".

Su llegada al Sporting. "En diciembre de 1968 fiché por el Sporting, que estaba dirigido por Carriega, con Méndez Cuervo de presidente. Había empezado la Liga y el equipo llevaba una mala racha. Unos días antes jugué contra el Sporting Atlético y metí cuatro goles. Yo creo que aquello sirvió para que el Sporting se animara definitivamente a ficharme. No sé cuánto cobré, de verdad. Igual eran 25.000 pesetas, o quizá algo más. Daba para vivir pero, claro, si comparamos con las cantidades de ahora... Pero, lo que son las cosas, si el Sporting hubiera empezado bien la temporada, igual no hubieran reparado en mí".

El ascenso de 1969-70 y el primer "Pichichi". "Aquella temporada nos mantuvimos, y a la siguiente subimos a Primera y yo como 'Pichichi'. Mi hermano Jesús ya había fichado antes. Todo me había sucedido en muy poco tiempo. En menos de dos años, de jugar en Tercera a ser llamado para la selección absoluta. Pero el tiempo pasa rápido, a una velocidad endiablada, y en este mundo del deporte, más. Siempre me dije a mí mismo: cuidado, que un año de suerte, una buena racha, la puede tener cualquiera, pero aguantar ahí arriba es complicado".

Debut con la selección y gol. "Creo que me enteré por la radio (de la convocatoria), un bombazo. Yo empezaba a sonar, pero de ahí a la selección nacional había un trecho. El 9 de la selección era Gárate, un delantero del Atlético de Madrid que era muy buen jugador y muy buena persona. Jugamos en Zaragoza, contra Grecia, ganamos 2-1 y no salí de inicio. Sustituí a Gárate y marqué un gol".

El traspaso al Barça (79-80). "Había diferencia económica, pero no creas que tanta. Ya ni me acuerdo. Lo del fichaje por el Barcelona yo me lo pensé mucho porque estaba a punto de cumplir los 31 años y se me metió en la cabeza que quizá ya no estaba en condiciones de rendir como la gente esperaba de mí. Fueron días complicados, el Sporting y el Barca habían llegado a un acuerdo y sólo faltaba mi visto bueno. Tuve miedo, pero acabé aceptando y no me arrepiento de ello. Estuve cuatro años en Barcelona y lo pasé bomba. Paseo por Barcelona y casi, casi es como en Gijón, la gente sigue acordándose de mí. Aquello, yo siempre lo digo, es como mi segunda casa". Quini bromeaba con que el Barça había pagado por él 80 millones. "Por un paisano de casi 31 años, no está mal", decía para añadir: "Fui dos veces 'Pichichi' con el Barcelona y gané un título europeo, pero siempre me quedé con la sensación de que pude haber dado mucho más de mí. Hubo cosas, entre ellas el secuestro".

El secuestro (1981). "Lo pasé mal, claro, pero no me hicieron ningún daño. Estaba en un zulo, con paredes de ladrillo y una trampilla para la comida. Lo peor, la incertidumbre, ellos iban siempre con capucha, no sabía en qué manos estaba. Y tienes mucho tiempo para que la cabeza te dé muchas vueltas. No estaba especialmente preocupado por la familia porque sabía que ellos iban a estar muy arropados. Y así fueron pasando las semanas, sin tener ni siquiera idea de dónde estaba, hasta que la Policía me liberó. Hoy lo contemplo como una anécdota que no quiero que le pase a nadie".

El cáncer. "Me repitió al año y medio, pasé por dos operaciones y la segunda ya seria. Me pusieron radio y quimio. La primera conclusión que saqué de todo esto es que la salud es lo más grande del mundo; la segunda, que vale más no dar mucha importancia a cosas que no la tienen. La enfermedad me ayudó a comprender mejor a la gente, a ponerte más en el lugar de las personas que sabes que lo están pasando mal. Tengo un lema: olvídate de lo que no tiene solución, pero si la hay agárrate a ella y no sueltes".