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Toda una vida

Antonio Puente: "En el Sporting me divertí, reí y lloré, lloré bastante"

"Nunca supe por qué la directiva no me dejó jugar y entrenar durante seis meses; no maté a nadie y rendía en el campo"

Antonio Puente: "En el Sporting me divertí, reí y lloré, lloré bastante"

Antonio Puente llegó a Gijón en 1962, con su 1,80 de estatura y su estampa de castellano serio para jugar en un Sporting que pasaba por Segunda División con más pena que gloria. Se hizo un hueco en seguida en el equipo y fue un puntal de la plantilla que logró el ascenso en 1970. Por el medio pasó algo que le tuvo marginado durante seis meses, primero, y relegado después durante varias temporadas. Han pasado más de cincuenta años de aquel episodio, pero él prefiere no dar más detalles. Sólo deja una frase en su defensa: "Yo no maté a nadie". Así que Puente prefiere quedarse con lo bueno, tanto futbolístico como humano, que le ha pasado en Gijón, donde ahora mezcla las alegrías de los amigos y la familia con el dolor por las pérdidas, algunas muy cercanas, como la reciente de Quini. Con una mala salud de hierro, después de diecisiete visitas al quirófano por dolencias de todo tipo, disfruta de sus dos hijos, de dos nietas, a veces del fútbol del Sporting y siempre con el de Messi.

Destino León

"Nací en Villamayor del Condado, un pueblo de la Ribera del Condado a unos quince kilómetros de León. En mi época salir de allí no era fácil porque no había carretera, sólo caleyes. Con 5 años mi madre, Florentina, decidió que nos fuésemos a León para que mis dos hermanas y yo pudiésemos estudiar. En el pueblo mi padre, Ricardo, trabajaba las tierras sin maquinaria de ningún tipo, con los aperos de la época. Volvíamos en verano, pero a mí nunca me tocó trillar ni nada de eso".

"Estudié en el colegio de los Agustinos, que fue donde empecé a jugar al fútbol con 10 o 12 años, dirigido por los frailes. Con 16 años pasé a jugar en un equipo juvenil que se llamaba San Marcelo. Y cuando cumplí la edad fiché por el Júpiter, de Tercera División, filial de la Cultural Leonesa".

"En León mi padre trabajó en la Azucarera Santa Elvira. Mi madre se dedicaba a la casa y se preocupaba por nuestra educación. En mi pueblo había escuela, pero a los 10 años, si sabías leer y escribir, había que dejar el sitio a otros".

"Hice el Bachillerato, el Preuniversitario y el selectivo para estudiar Ciencias Químicas. En aquella época, el único futbolista que recuerdo con estudios universitarios era José Eulogio Gárate, del Atlético de Madrid. No era fácil. Hay que tener en cuenta que en el año 62, para ir de Gijón a Barcelona, salíamos el jueves a la una de la tarde y regresábamos el lunes por la noche o el martes por la mañana".

Buena química

"Me llamaba la atención la química. Con 18 o 19 años estuve en un laboratorio donde se analizaban todos los carbones de León y Palencia".

"Mis primeros entrenadores de verdad fueron los hermanos Morán. Me gustaba jugar en el centro del campo, de interior. Tenía una estatura poco habitual en esa época. Me gustaba maniobrar, salir desde atrás con la pelota, aunque en aquellos campos era muy difícil. En la Cultural llegué a marcar seis o siete goles".

"Después de jugar un año en el Júpiter me llamaron para el primer equipo de la Cultural, que estaba en Segunda División. Fui titular desde el principio y al acabar la primera temporada el Deportivo, en el que jugaba Amancio, quiso ficharme, pero la Cultural se negó".

"En 1962 se interesó por mí el Zaragoza, que tenía de entrenador a César, el famoso delantero leonés del Barcelona de los 50. Estuve allí un mes entrenando con el Zaragoza de los Cinco Magníficos. Parecía que se iba a hacer, pero como no se pusieron de acuerdo los clubes pensé incluso en dejar el fútbol".

Sporting o nada

"Dije que me marchaba a hacer Ciencias Químicas en la Universidad de Oviedo y que jugaría en cualquier equipo de Asturias para pagarme la carrera. Entonces un directivo me advirtió de que si no iba al Sporting tendría que quedarme en León para seguir jugando al fútbol".

"Cabal, que había jugado en el Sporting y coincidió conmigo en la Cultural, dio buenos informes de mí. Además había marcado un gol en El Molinón. Al final fiché y vino conmigo Mundo. Yo lo que quería era jugar al fútbol, me encantaba jugar y viajar".

"No me costó adaptarme a Gijón. Siempre intenté seguir las directrices que me había dado mi madre para comportarme en la vida. Pasé los ocho primeros años en Casa Herminio, con otros jugadores que venían de fuera, hasta que me casé".

"En el Sporting me fue bien desde el principio. Fui titular con Molinuevo de entrenador. Jugamos la promoción de ascenso a Primera contra el Español, pero no subimos".

"Después de dos temporadas en las que jugué todos los partidos, el club me impuso un castigo. Con Víctor Manuel Felgueroso de presidente, el Sporting pedía una sanción federativa de uno a tres años. Al final fueron seis meses porque hubo un indulto por el primer Año Santo Compostelano. No sólo me impedían jugar, sino que no podía entrar en ningún campo de fútbol federado. Me fui a León para entrenar con la Cultural, pero a los tres días el Sporting avisó a la Federación para que lo impidiesen. Tuve que comprarme ropa y hacerme socio del Frente de Juventudes par poder hacer algo por mi cuenta".

"No quiero hablar de lo que pasó. Me gustaba llamar a las cosas por su nombre, pero siempre digo que a quién tuve que matar yo para que me castigasen de esa manera. Me imagino que en aquellos tiempos mis compañeros, aunque quisieran, no tendrían poder para apoyarme".

"Intenté marcharme porque quería jugar al fútbol. Vino el Hércules, que estaba en Primera División, y me llegué a despedir de todo el mundo en Gijón, pero al final se quedó en nada. Después del perdón volví a jugar e incluso llegué a ser capitán en Primera División".

"Al principio jugaba con Eraña en la media. Él era más defensivo, a mí me gustaba ver la puerta contraria. Cuando vino Carriega en 1968 cambió la fisonomía del equipo. Sobre todo nos dio una condición física considerable. Fue cuando llegaron Quini, Churruca, Valdés, José Manuel, Castro. Se formó un equipo buenísimo. Ahí empezó a ser grande el Sporting".

"Como todo el mundo, suspiraba por jugar en Primera División. El ascenso ni lo celebramos. Hicimos una temporada tan impresionante que se daba por seguro que ascendíamos. Las dos primeras temporadas seguí siendo titular, pero en la tercera, con Mariano Moreno de entrenador, sólo jugué once partidos. En el verano de 1973 estaba haciendo el curso de entrenador nacional en Madrid. Me llegó una oferta de Osasuna y firmé por dos temporadas, pero al año y medio lo dejé. Tuve una lesión de ligamentos en la rodilla, la más importante de mi carrera".

El Veriña, para empezar

"Volví a Gijón y empecé entrenando al Veriña juvenil, en el que estaban Villa, Vallina, Zurdi y Esteban, con los que coincidí después en el Ensidesa".

"Tras el Veriña entrené al Gijón Industrial en Tercera, dos temporadas en el Langreo, una de ellos en Segunda B. Después, el Ensidesa y el Torrejón, que fue cuando sufrí una perforación de estómago. No quería ir, pero se empeñaron y me trataron fenomenal. Después entrené a la Cultural Leonesa para los tres últimos meses de la temporada. Nos mantuvimos y en la segunda me echaron a los tres o cuatro meses".

"Había aprendido de todos los entrenadores un poco. Me gustaba que mis equipos jugasen al fútbol. Cuando fiché por el Langreo pregunté qué material había. Pedí una docena de balones para que tuviesen los conceptos mínimos. Después, los domingos, les decía que a veces había que tratarlo con delicadeza y otras pegarle un patadón".

"Cuando llevaba un tiempo sin entrenar, un amigo con el que había coincidido en el Ensidesa, Miguel Ángel, me pidió que fuese con él al Hispano. Estuve fenomenal porque era como una familia. El presidente, una excelente persona, era como un padre para todos. Quedamos entre los seis primeros y jugamos la Copa".

"No volví a entrenar. Había abierto en 1975 un despacho de quinielas y administración de loterías, que atendía con mi mujer y un empleado".

Fútbol tranquilo

"Desde entonces me dediqué a ver fútbol. Me gustaban mucho los partidos de infantiles y cadetes. Me ponía en una esquina para verlo tranquilo".

"Llevo 17 operaciones de quirófano. Perdí el ojo izquierdo por la tensión. Tuve cataratas en los dos ojos en edad temprana. Me operaron del túnel carpiano, de varices en las dos piernas, tres veces de las caderas. Hace dos años, de dos hernias inguinales. Salgo a una media de operación cada año y medio. Ahora estoy bien. El médico que me trataba del aparato digestivo, Germán Argüelles, me dijo que era un hipocondriaco. Será verdad".

"Como no puedo hacer deporte salgo a caminar, pero relajadamente, por encontrarme con los amigos y charlar".

"Dejé de ir a El Molinón en la época de Sandoval. Me ponía de mala uva y me marchaba. Después, con Abelardo en Primera, mi mujer y yo vinimos a ver el Barcelona, sobre todo por el pequeñín. Messi es la esencia y la belleza del fútbol. También fui cuando el Sporting remontó y ganó al Atlético de Madrid por 2-1. Creo que aquélla fue la mejor media hora del Sporting en mucho tiempo".

"También me gusta ver partidos de la Copa de Europa. Partidos del Madrid, el Barcelona, el Villarreal o el Celta, equipos que intentan jugar bien al fútbol. Cuando yo jugaba nos miraban los tacos. No sé si ahora lo hacen porque algunos equipos, como el Atlético de Madrid, tienen los tacos muy afilados".

Messi, el mejor

"Messi es el mejor jugador que he visto, superior a Pelé, Maradona o Cruyff. No tengo datos para comparar con otros, como Di Stéfano. Cristiano Ronaldo no entra en este paquete. Yo digo que es sólo un poco mejor que Solabarrieta. Puede meter todos los goles que quiera, pero es que vive sólo para eso. Es soberbio, insolidario y egoísta".

"Para mí el Sporting es el equipo en el que jugué, en el que me divertí, reí y lloré. Lloré bastante, por desgracia. Lo que todavía no puedo llegar a entender es cómo se podía hacer lo que me hicieron a mí. No maté a nadie y rendía en el campo".

"Los momentos buenos los disfruté con el Sporting, que es el equipo de mi vida. Tuve la suerte de jugar en un equipo señor, que allí por donde iba tenía un prestigio y un cariño. Cuando íbamos fuera, el equipo de casa se encerraba en su área".

"Tuve la suerte de jugar con Quini y Churruca. Quini era único. Fueron los pilares sobre los que se edificó este club. Aquel presidente, Méndez Cuervo, hizo el equipo, ascendimos con un señorío extraordinario, jugando de maravilla, iluminó y cerró el campo. Ahí empezó a hacerse grande el Sporting".

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