Y no será que el Reus no avisó de que no estaba de turismo en la primera visita de su historia a El Molinón. El equipo del exrojiblanco López Garai le perdió el respeto al campo por el camino más corto. Un saque en largo del portero lo peinó Lekic a favor de la carrera de Fran Carbia. El latigazo del extremo salió mordido por la presión de Barba y aún exigió que Mariño desviara al larguero con la punta de los dedos. No conforme con este susto, el conjunto catalán siguió apretando y llevando peligro en cada balón parado sobre la portería rojiblanca. Yoda, una amenaza continua, cabeceó alto cuando estaba libre de marca en dos ocasiones.

Estaba el partido en uno de esos momentos en los que busca definirse cuando el Sporting cargó por la derecha. Arrancó Calavera con decisión y descaro, buscó un amigo y encontró a Carmona, quien mejoró la jugada con una especie de espuela que se convirtió en el mejor pase en profundidad a favor de la carrera del lateral, que ganó la línea de fondo y dio un pase horizontal y venenoso. Acudió presto al remate Nano Mesa, que ganó la acción a los centrales y alojó la pelota en la red antes de correr a celebrarlo con Álex Pérez.

El gol rojiblanco pareció venir a poner las cosas en su sitio, aunque cierta desconfianza flotaba en el ambiente. Por esos caprichos del fútbol, el Sporting resolvió el partido con la suerte que más le estaba costando: a balón parado. Lo hizo, además, con la jugada más sencilla del mundo. Una especie de mate pastor de las acciones de estrategia, que vino a ruborizar a la defensa catalana. Rubén García puso un balón raso al vértice del área, Carmona llegó en carrera favorecido por un bloqueo de Jony y el balear, al primer toque, alojó el balón junto a la cepa del poste derecho de Edgar Badia.

Ahora sí, el escenario parecía controlado. Rubén pudo hacer el tercero tras recibir un balón de Nano Mesa, pero su latigazo acarició por fuera el poste. Al descanso, las luces se imponían a las sombras y el sportinguismo hacía planes sobre los puntos a sumar en las dos próximas salidas ante rivales directos como el Cádiz y el Valladolid. Nadie se esperaba que una negra nube cubriría el estadio en la segunda mitad.

La cosa se torció en el primer córner del segundo tiempo. Gus Ledes puso otro balón de dulce y Atienza cabeceó al larguero. El Sporting no supo cerrar su área ni en la primera acción, ni en el remate posterior en el que Olmo, el otro central, se hizo fuerte y mandó la pelota a la red. Un escalofrío recorrió el campo más antiguo de España.

Quedó el Sporting a la deriva y el Reus comenzó a ver cerca el empate. Lo hizo en cada jugada de estrategia, pero también en las arrancadas de Yoda o en las subidas de Miramón, al que nunca siguió Jony. En esta fase de sufrimiento fue cuando emergieron las figuras de Barba y Bergantiños, a los que el traje de bombero les sienta como un guante, y también la serena seguridad de Mariño.

Fue más una sensación de agobio que claras ocasiones, pero lo cierto es que el Sporting del segundo tiempo apenas dio para sacudirse la presión catalana. La sombra de la ausencia de Sergio volvió a amenazar al sportinguismo. Sin embargo, el equipo logró enlazar su séptima victoria consecutiva, su noveno triunfo en casa donde se mantiene inmaculado en la era Baraja, y encima ahora ya gana incluso sin merecerlo. Rasgos de campeón.

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