El ambiente previo recordaba al del último ascenso, con los recibimientos masivos en los partidos de la temporada 2014-2015 ante Sabadell y Tenerife. O los ánimos de un año después en la última jornada de Liga, con la permanencia ante el Villarreal. El sportinguismo se repuso del mazazo de Zorrilla y puso todo de su parte. Dos horas antes cientos de aficionados se agolparon en los aledaños de El Molinón para recibir a los suyos. "Gijón vamos a ganar" y "Que sí joder, que vamos a ascender", sonó con fuerza, entre un ligero "orbayu", con la llegada del equipo a las 18.45 horas, con cánticos, ánimos y bengaleo.

El Molinón presentó una gran entrada, con 24.178 espectadores, aunque lejos del lleno, y de las mejores entradas de este curso, los 27.506 aficionados que hubo ante el Oviedo, y los 25.186 que hubo ante la Cultural Leonesa, en el primer partido sin Quini en El Molinón.

El sportinguismo volvió a engancharse con los suyos, como en las grandes ocasiones. El himno se coreó con mucha intensidad, y el Valladolid sintió en la nuca el aliento de la Mareona en cada jugada, y también a su llegada en el campo. Ahí se produjo uno de los momentos de mayor tensión, cuando desde el autobús del conjunto vallisoletano algunos jugadores respondieron con gestos y aplausos a los gritos y cánticos de presión de la afición del Sporting.

Pero es impulso desde la grada duró. El 0-2 fue un mazazo grande para la afición rojiblanca, que se llevó un gran jarro de agua fría, y se fue apagando poco a poco hasta el descanso, momento en el que hubo incluso algún pito de la afición a los suyos, y en especial a los cambios de Rubén Baraja, seriamente cuestionados.

Carreño y Meré

La tarde, muy especial y con aroma de final y remontada, tuvo todos los ingredientes. Hasta el tenista Pablo Carreño siguió el partido desde el palco. También fueron a dar su apoyo desde la grada el exfutbolista rojiblanco Jorge Meré, que se encuentra actualmente en el Colonia, o el técnico Muñiz, que sigue a la espera de encontrar nuevo e quipo.

Un ambiente de gala, en el que la afición puso de su parte, pero se acabó llevando un gran fiasco.