Oviedo, I. RONZÓN

Durante el juicio, José Perals destacó la «crueldad» de buena parte de los acusados, que se reían de los toxicómanos a los que vendían la droga y los llamaban «comemierdas». Durante el juicio se pudieron escuchar conversaciones («pinchadas» por la Policía a algunos de los traficantes) en las que yonquis suplicaban literalmente la droga a los acusados, con la voz entrecortada.

Según consideró probado la sentencia, los dos clanes -uno dirigido por la fugada María Luisa Larralde, y el otro por Francisco G. y Joaquina P.-, se dedicaban al tráfico de drogas. El primero en investigarse fue el dirigido por María Luisa, del que Perals aseguró que se «trataba de una empresa, con horario comercial» y descansos dominicales. Según el fiscal, la «empresa podría haberse bautizado como «Teleperica» («perica» es cocaína en el argot de la calle), en referencia a las empresas de venta telefónica de pizzas, ya que las transacciones eran concertadas a través del móvil y la droga se servía casi a domicilio.

Una vez descubierto este entramado familiar, la Policía continuó con sus investigaciones para descubrir el nombre de los proveedores de la droga y descubrió la existencia del segundo de los clanes. La conexión entre ambos era un hombre, Jorge Luis V. F., que compraba heroína a una de las organizaciones y la suministraba a la otra para su reventa. Ninguno de los miembros principales de este segundo clan es drogadicto ni lo era cuando fueron detenidos, aunque «utilizaban a toxicómanos» como empleados.