Santomera (Murcia),

Cristina FERNÁNDEZ

la opinión de murcia

«Se podía haber evitado», lamentaban ayer en Santomera, donde enterraron a Teresa Macanás, la mujer de 56 años decapitada por su hijo, Ángel Carotenuto, que, en pleno brote esquizofrénico, se paseó con la cabeza de su madre por una transitada plaza del pueblo. «Ha sido una mártir, que ha pedido ayuda muchas veces y que no se la han dado; tenían que haber separado al hijo de ella», aseguraba Amparo Ruiz, quien señaló que Teresa la Estanquera era querida por todo el mundo.

La Policía Local de Santomera «blindó» el tanatorio de la localidad para cumplir el deseo de la familia de llorar a la asesinada en la más estricta intimidad, según indicó el alcalde de esta localidad murciana, José María Sánchez, que acudió a despedir a Teresa Macanás acompañado por una amplia representación de la Corporación. Tanto la hija como las nietas de la fallecida no fueron molestadas, al tiempo que fueron arropadas por numerosos amigos, entre ellos Álvaro Prior, quien señaló que durante el oficio se había destacado «la valía, la fe y la fuerza que tuvo Teresa, quien siempre que podía se escapaba a orar». El que fuera amigo del hijo, y que ayer lloraba a la madre, aseguró que ella «no podía haber hecho más por Ángelo, hasta le montó un restaurante». Afirmó que el mismo día de ser asesinada, mientras cargaba la máquina del tabaco del restaurante, le preguntó qué tal le iba y ella contestó: «¿Cómo voy a estar? Con los problemas, luchando cada día».

José Andújar, a pesar de que tuvo «algunas diferencias» con Teresa, quiso también estar presente en su despedida. «Esto se podía haber evitado. A ver si toman medidas para impedir más casos como éste», deseó.

Los episodios violentos de Ángelo eran conocidos en el pueblo. Había maltratado a su madre en reiterada ocasiones, y la última de esas agresiones pudo producirse hace sólo una semana. Así lo manifestó Amparo Ruiz, quien aseguró que «otras vecinas de Teresa han dicho que la semana pasada le dio una paliza».

«Era un chico guapo, que se llevaba de calle a las mujeres», rememoró un viejo amigo, Fran Sánchez. Este vecino de Santomera señaló que Ángel Carotenuto «empezó a cambiar a raíz de tomar sustancias».

Fran conoce a Ángelo desde que éste empezó a trabajar para él en una discoteca de El Raal con 17 años, la misma edad a la que se casó. También estuvieron juntos en otro pub. «Primero lo puse de relaciones públicas y luego en la barra. Éramos todos amigos, una piña», aseguró. Y añadió que la relación se había enfriado. «Estaba como enajenado y tenía movidas con la gente», dijo.

Quien sí que seguía en contacto con Ángelo, a pesar de que se había vuelto más agresivo, es Álvaro Prior, para quien también trabajó en un bar. No en vano, «hace tres días nos estuvimos tomando una cerveza juntos», cuenta. Álvaro asegura que su amigo era una persona «cordial, respetuosa y de confianza, pero empezó a cambiar hace diez o doce años con la esquizofrenia».

Durante su última charla, Álvaro encontró a su amigo «evadido, con la mirada fría». Cuenta que a Ángelo le interesaba mucho el mercado inmobiliario y le preguntó por la crisis de la construcción. «Me dijo que le daba igual y que tampoco le importaba su comercio». Álvaro, quien dice que el parricida se enfrentaba con su madre y con su hermana porque le querían obligar a seguir un tratamiento, recuerda que, en aquel encuentro, Ángelo, que era un gran lector, le comentó qué libro tenía entre manos: «El regreso del hijo pródigo».