Pekín / Bruselas, Agencias

China sufrió ayer su peor terremoto de los últimos 30 años. El seísmo, de 7,8 grados en la escala de Richter, tuvo su epicentro en la provincia de Sichuan, al suroeste del país, donde alrededor del ochenta por ciento de las viviendas quedó destruido. La virulencia del fenómeno habría dejado más de 8.500 fallecidos, según las primeras estimaciones oficiales, apenas esbozos. Las autoridades comenzaron las labores de rescate, la elaboración de balances y los trabajos de reconstrucción, mientras anticipaban un más que posible aumento en el número de víctimas.

El terremoto se originó en Sichuan, según el Observatorio Geológico de Estados Unidos, pero el movimiento se hizo sentir a miles de kilómetros: en Pekín, en Shanghai e incluso en Bangkok (Tailandia). El temblor se originó a 29 kilómetros de profundidad, dos minutos antes de las dos y media (hora local), ocho y media en España. Un español residente en la capital china comentó cómo «las chaquetas empezaron a caerse de las perchas y la gente comenzó a correr por los pasillos», debido a un seísmo que motivó el desalojo de edificios de gran altura, como la torre «Jinmao», la mayor del país.

Sin embargo, donde se notó más la incidencia de este fenómeno fue en las pequeñas construcciones, sobre todo en Sichuan, donde se derrumbaron ocho de cada diez edificios, en Gansu, en Yunnan y en la municipalidad de Chongqing. Además, se vino abajo un hospital de la ciudad de Dujiangyan.

A estos lugares pertenecen los al menos 107 muertos confirmados inicialmente a media tarde de ayer por la agencia oficial «Xinhua», que también habla de 900 estudiantes de Secundaria. Sin embargo, las estimaciones posteriores auguraban más de 8.500 fallecimientos especialmente conforme se accedía a las zonas peor comunicadas. Además, podría haber unos 10.000 heridos, en un escenario sin apenas luz en algunos puntos y con dificultades en los transportes.

El primer ministro chino, Wen Jiabao, se desplazó hasta Chengdu, capital de Sichuan, para calmar a los ciudadanos. «Camaradas chinos, para superar este grave desastre necesitamos calma, confianza, valor y una organización eficiente», señaló. El Gobierno ha enviado unos 5.000 soldados y policías armados para trabajar en el rescate. Entre tanto, el Departamento Nacional de Sismología advirtió a la población del riesgo de que se produzcan réplicas, al estar dañados muchos edificios.

Desde Bruselas, el comisario de Ayuda Humanitaria, Louis Michel, aseguró que el Ejecutivo comunitario está «dispuesto a ayudar si es necesario», ya que, como él mismo reconoció, las primeras noticias llegadas desde el país asiático eran «preocupantes».

La Comisión Europea permanece en contacto con la Federación Internacional de la Cruz Roja. Por su parte, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, se manifestó «profundamente entristecido» por la pérdida de vidas humanas y la destrucción producida. «La ONU está preparada para apoyar al Gobierno chino», declaró Ban. El Gobierno español expresó «su profunda tristeza» por los miles de personas que han muerto.