Badajoz, Agencias

La matanza de Puerto Hurraco, la gran tragedia de la llamada «España profunda», se cierra, veinte años después, con una nueva muerte, la de Antonio Izquierdo, el único de los hermanos que llevaron a cabo la cadena de asesinatos que aún seguía con vida. Izquierdo se ahorcó en la madrugada de ayer en su celda de la prisión de Badajoz, el mismo día que debería haber salido de la cárcel si no se le hubiese impuesto el cumplimiento de otros cinco años de prisión de acuerdo con la «doctrina Parot». Tanto él como su hermano Emilio, fallecido de un infarto en 2006, fueron condenados a 344 años de cárcel cada uno por asesinar a nueve personas y herir a otras seis en uno de los crímenes de mayor repercusión en España.

Antonio Izquierdo, de 72 años, utilizó trozos de sábana anudados para quitarse la vida. Izquierdo se encontraba en la unidad de enfermería cuando decidió quitarse la vida, después de que fuera trasladado allí como medida para controlar su estado de salud. Su cuerpo fue encontrado sin vida por los funcionarios de la prisión, quienes avisaron a los servicios médicos, que sólo pudieron certificar su muerte.

Se trataba del último de los hermanos que quedaba con vida después de que Emilio Izquierdo falleciera de muerte natural en el año 2006. Sus dos hermanas, Luciana y Ángela, que se encontraban ingresadas en el Hospital Psiquiátrico de Mérida, habían fallecido también en 2005.

El 26 de agosto de 1990 los dos hermanos salieron de su casa armados con escopetas y masacraron a nueve de sus vecinos. A otros seis los dejaron gravemente heridos. Los hechos que conmocionaron a la sociedad española se produjeron por la obsesión de los hermanos Izquierdo de vengar la muerte de su madre, fallecida en un incendio. Responsabilizaban del fallecimiento de la mujer a Antonio Cabanillas, un vecino del pueblo, algo que nunca pudo demostrarse. Entre los fallecidos se encontraban dos niñas. Los hermanos, completamente trastornados, como sus hermanas, dispararon contra los agentes de la Guardia Civil que habían acudido a la localidad alertados por los aterrorizados vecinos.

Los asesinos se trasladaron tras la matanza a los montes cercanos al pueblo, donde fueron localizados horas después por efectivos de la Benemérita, quienes los detuvieron sin que opusiesen resistencia.

El juicio por este horrendo crimen, que hizo correr ríos de tinta y dio abundante carnaza a los incipientes «reality shows» de la televisión española, se celebró cuatro años después. El juez condenó a los hermanos Emilio y Antonio, al considerar que «su inteligencia está dentro de lo normal, hecho que queda corroborado porque eran capaces de manejar un rebaño de unas mil ovejas, tenían fincas arrendadas y tienen, con la crisis que atraviesa el campo, una cartilla de diez millones de pesetas».