Oviedo,

Marta PÉREZ

Se llama Marcos Ortiz, pero en la calle González Besada de Oviedo le conocen como «Supermarcos»: es el Superman del barrio. El domingo por la mañana se precipitó al vacío desde el quinto piso de su vivienda cuando intentaba coger una camiseta del tendedero: una caída libre de unos quince metros. Sólo sufrió unos rasguños. El joven aterrizó sobre el tejado de uralita que cubre la panadería del supermercado que alberga los bajos del edificio y consiguió levantarse por su propio pie; no necesitó ayuda. «Me caí un poquitín», relata a LA NUEVA ESPAÑA Marcos, el joven paraguayo de 21 años que lleva tres residiendo en España. Afrontar el pago de los daños causados por la caída en el tejado de uralita que ahora le reclaman es lo de menos, porque el joven es consciente de que ha vuelto a nacer. «Los milagros existen», cuenta aún sobrecogido el hermano de «Supermarcos», Álvaro Ortiz. Viven juntos.

«Me acerqué al tendedero a recoger una camiseta. La ventana está muy baja, me queda por debajo de la cintura. Debí enredar el pie con las cortinas, todo fue muy rápido, el caso es que caí al patio...», explica el joven. Fue una caída libre, no le pararon las cuerdas de ningún tendedero de los pisos inferiores al quinto. Marcos aterrizó sobre una cubierta de uralita, que fue la que amortiguó el golpe y le salvó la vida. «Estaba desorientado. Yo creí que había pasado una media hora desde que caí hasta que me levanté, pero me dicen que sólo fueron cinco minutos», comenta el joven. «No me dolía nada, sólo estaba un poco mareado», puntualiza.

Su hermano Álvaro aún no da crédito a lo sucedido. Él escuchó un grito desgarrador de su hermano y el tremendo golpe de la caída. Cuando se asomó a la ventana lo dio por muerto. Mientras su mujer avisaba a los servicios de emergencias, él corrió al patio a socorrer a su hermano menor. «Mi sorpresa fue que cuando llegué abajo Marcos avanzaba caminando hacia mí; el que casi se muere entonces fui yo», cuenta Álvaro Ortiz.

«Supermarcos» tiene un brazo escayolado por una rotura interna en el brazo y un corte en una ceja. Nada más. «Los médicos no me creían cuando me atendieron, pensaban que les estaba contando una mentira», relata Marcos Ortiz. «Me dijeron que, si no creía en Dios, debería empezar a hacerlo», añade el joven paraguayo. La ventana del salón de la vivienda donde reside, desde la que se precipitó, aún le provoca cierto respeto. Marcos mantiene una distancia prudencial de dos metros para explicar la caída. «Tuvo mucha suerte», analiza su hermano Álvaro Ortiz al señalar el trozo de uralita repuesto que está encajado entre un armazón de hierro: «Cayó justo en el hueco entre los hierros, unos centímetros más y no lo hubiese contado...».