Tokio / Oviedo / Valencia,

Efe / L. Á. V. / M. M.

Los japoneses sufren nuevos sobresaltos. Un terremoto de 7,1 grados sacudió ayer con fuerza el golpeado noreste de Japón y con menor intensidad Tokio, lo que causó una alerta de tsunami, apagones y varios heridos, así como la evacuación de la central de Fukushima. El temblor ocurrió a las 23.32 horas en Japón (15.32 en España) y el epicentro se situó a 40 kilómetros de profundidad y a la misma distancia de la costa de Miyagi, la que registró más víctimas por el seísmo de 9 grados de hace casi un mes.

Los habitantes de las zonas con más damnificados revivieron el temor a un nuevo tsunami de grandes dimensiones, aunque la alerta, que se levantó a las 00.55 (16.55 hora española), fue para olas de unos dos metros en Miyagi y de apenas medio metro en el resto de la costa.

La Agencia de Seguridad Nuclear de Japón se apresuró a afirmar que el seísmo no causó daños de importancia en las centrales atómicas. No se detectaron niveles anormales de radiación en la planta de Fukushima y las labores de refrigeración de los reactores continuaron después de trasladar a lugar seguro a los trabajadores. En la planta se continúa inyectando nitrógeno en el reactor número 1 para eliminar el riesgo de nuevas explosiones.

No obstante, en la planta nuclear de Onagawa (Miyagi), muy cerca del epicentro, ha habido problemas en dos de los tres generadores externos, aunque los niveles de radiación no han aumentado. En la planta de procesamiento de residuos de Rokkasho, en Aomori, los operarios recurrieron a generadores para suplir la falta de energía.

La potencia del terremoto provocó apagones en amplias zonas de Miyagi y Yamagata, así como en Aomori, Iwate y Akita, además de afectar al tráfico por carretera y ferroviario. La Policía y los Bomberos recibieron llamadas para asistir a personas heridas o atrapadas en ascensores y se informó de fugas de gas e incendios en Sendai. La Policía de Japón informó de siete personas heridas en las provincias de Iwate, Akita, Yamagata y Fukushima, dos de ellas de gravedad.

Por otro lado, según datos de las estaciones de medición de radiactividad del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), Oviedo se encuentra entre las ciudades en las que se ha detectado una mayor cantidad de yodo radiactivo procedente de la central de Fukushima. Todo hay que decirlo, los niveles registrados son prácticamente anecdóticos y quedan a una gran distancia de los valores límite para las personas. En Oviedo, entre los días 23 y 30 de marzo, se detectaron 3,6 milibequerelios por metro cúbico, frente a los 16.000 que se consideran perjudiciales para la salud y de los 400 en los que se fija el límite de vertido para las centrales nucleares. En otras ciudades, como Ferrol, se registraron 9,9 milibequerelios por metro cúbico. Otras mediciones registraron índices anormales de yodo radiactivo en León (5,44 milibequerelios por metro cúbico), Valencia (7,2), Salamanca (4,29), Sevilla (8,31), Málaga (3,12) y Santander (2,7).

Estos datos revelan que la nube radiactiva emitida desde la central de Fukushima llegó a Asturias tras atravesar el océano Pacífico, el continente americano y el Atlántico norte, desde donde descendió hacia la península Ibérica, barriéndola en dirección al Mediterráneo, según el seguimiento realizado por diversas agencias meteorológicas.

José Lorenzo Ferrero, director del laboratorio de Radiactividad Ambiental de la Universidad de Valencia, uno de los centros que han detectado la presencia de yodo radiactivo en la Península, subrayó que se trata de valores «muy bajos que, según el Consejo de Seguridad Nuclear, «no representan ningún peligro para la salud de las personas o el medio ambiente». Ferrero añadió que la nube radiactiva, «al contrario de lo que ocurrió con Chernobil, que estaba mucho más cerca, ha tardado más en llegar y probablemente tarde más en retirarse». Y ello pese a que el foco de emisión esté ya controlado.