«Me llamo Rudy, nací en Sudáfrica pero pasé toda mi infancia en Atlanta (Estados Unidos). Estoy en Italia trabajando para Armani». De las primeras frases que escuché de boca de Rudy Guede en octubre de 2007 sólo el nombre respondía a la verdad. El resto era inventado. Rudy había nacido en Costa de Marfil, nunca había vivido en Estados Unidos, ni trabajado para Armani. Nuestro primer encuentro, en Perugia (Italia), tuvo lugar unos diez días antes del asesinato de Meredith Kercher. Y la noche antes del asesinato, el 1 de noviembre de 2007, el marfileño que hoy está condenado por aquel crimen salió con un grupo de españoles entre los que me encontraba.

La sorprendente decisión del Tribunal de Apelación de Perugia, que absolvió el lunes a Amanda Knox y Raffaelle Sollecito, deja solo a Rudy Guede bajo condena. A finales de septiembre de 2007, dos meses antes del asesinato, Guede empezó a forjar amistad con el grupo de estudiantes españoles de Erasmus que acabábamos de llegar a Perugia. Guede vivía en el «Corso Garibaldi», una calle algo alejada del centro donde residíamos la mayoría de Erasmus. Lo hacía en una vieja casa, al estilo de las que los caseros italianos suelen alquilar a estudiantes extranjeros: un edificio incómodo cuya única ventaja es la proximidad a las universidades Degli Studi y Per Stranieri. Guede era vecino de dos chicas de Valladolid, Marta y Carolina, que compartían piso con dos italianas: Nicoletta y Sara.

Mi primer contacto con Rudy Guede tuvo lugar a mediados de octubre, unos 10 días antes del suceso. En la celebración del cumpleaños de una de las vecinas de Guede me presentaron al marfileño. Para nosotros Rudy sólo era un divertido afroamericano, un chico extrovertido al que le gustaba el baloncesto y salir de fiesta.

La confianza de Guede con sus vecinas de Corso Garibaldi era total. La casa del marfileño y la de sus vecinas estaba unida por una habitación que hacía de lavandería. «Rudy era uno más. Hacíamos la colada a la vez y nos ayudaba cuando se nos estropeaba algún aparato eléctrico», relata Carolina, su vecina. «Recuerdo cuando me enseñó a utilizar la lavadora. Como yo no tenía ni idea de italiano sólo me decía: "¡White with white!"», añade.

Las españolas compartían con Guede los gastos de electricidad del edificio. El nivel de intimidad entre los vecinos le posibilitó a Carolina conocer la casa de Guede. «Tenía una habitación muy pequeña, llena de ordenadores. Me extrañó porque no teníamos internet allí. Él me explicó que además de para Armani trabajaba en algo relacionado con la informática, como había hecho su padre», señala su vecina en 2007. La forma de vida del marfileño llamaba la atención. Era común que se alejara varios días de su casa. En sus ausencias, Guede afirmaba que viajaba a Milán, para dar cuenta de su trabajo para Armani. El supuesto empleo del marfileño consistía en preparar los sistemas de iluminación en presentaciones y pasarelas. «Alguna vez nos enseñó fotos abrazado a Giorgio Armani. Pero algo no cuadraba», resalta Carolina.

El supuesto origen americano de Guede fue el siguiente aspecto del que empezamos a dudar. Sara, otra de las españolas que estudiaban en Perugia, había sido la primera en sospechar de su paso por Estados Unidos. La chica, de madre nacida en Filadelfia, señaló a los pocos minutos que su acento no tenía nada de americano.

El mayor contacto de Guede con el grupo de españoles tuvo lugar en la noche de Halloween, un día antes del asesinato de Meredith Kercher. La simpatía creada por el marfileño en las citas previas hizo que le invitáramos a salir aquella noche con nosotros. En los primeros encuentros, Guede había evitado darnos su teléfono móvil. Se limitó a apuntar el número de Carlos, estudiante valenciano que sirvió de nexo el día de Halloween.

«El mismo día que íbamos a celebrar la fiesta me llamó Rudy para apuntarse», comenta Carlos. Los dos habían forjado amistad basada en el baloncesto. Guede era un habitual de los partidos callejeros que se celebran delante de Palazzo Galenga, una de las construcciones universitarias con más solera en Italia.

«Me comentó que había jugado en la Universidad de Atlanta. Pensé que lo decía para impresionar porque había muchas lagunas en esa historia», apunta Carlos. Aquella noche se comportó de una forma normal. Estuve con él toda la noche y no observé nada raro en su actitud. El día después del asesinato también me crucé con él en el Domus, la discoteca que frecuentábamos. En aquella ocasión había actuado de una forma seria y tosca, nada que ver con su habitual carácter.

Nos enteramos de lo ocurrido por medio de la Policía de Perugia. Los periódicos se habían hecho eco del brutal asesinato de una Erasmus inglesa, pero nadie entre los españoles relacionamos el suceso con Guede. «Vengan a Comisaría inmediatamente». Carlos y Carolina estaban en Suiza cuando recibieron la llamada de los agentes. A su llegada a Perugia les acompañaron a la Comisaría. La llamada de Guede a Carlos el día de Halloween había sido la culpable de la citación.

Guede fue detenido en Alemania, enjuiciado y condenado a 16 años de prisión por el asesinato de Meredith Kercher. Nadie de nosotros lo hubiera sospechado.