Oviedo, L. Á. V.

La tragedia japonesa de hace un año tuvo un protagonista asturiano, el llanisco Ricardo Duyos, que se encontraba en la ciudad de Sendai, una de las más castigadas por el maremoto. No sufrió daño alguno, aunque durante varios días estuvo atrapado en la ciudad, debido a las dificultades para moverse en una zona del país cuyas comunicaciones habían quedado descoyuntadas.

Duyos, un ingeniero químico que llevaba dos años en Sendai trabajando para la multinacional americana Araca Incorporated -y nieto del conocido militar y naturalista Ricardo Duyos, ya fallecido-, confesó que de Japón no le había echado el tsunami, del que había salido ileso, sino el peligro nuclear, muy presente durante aquellas primeras jornadas.

Conseguir desplazarse hasta Tokio y tomar un avión de regreso a España, donde le esperaban sus familiares, fue toda una odisea, debido a la escasez de gasolina y la ausencia de transporte público. El joven, que prefiere olvidar aquella tragedia, abandonó definitivamente Japón el pasado mes de noviembre.

Otros asturianos residentes en Tokio relataron durante aquellos día la terrible prueba a la que fueron sometidos los japoneses, que encararon la tragedia con el estoicismo que les caracteriza. Algunos de ellos expresaron en aquel momento el miedo que sentían ante los acontecimientos en la central de Fukushima.

Quien se encuentra ahora en Japón es la arquitecta ovetense Andrea González Martínez, de 26 años, la única extranjera que trabaja en la región japonesa de Fukushima en las tareas de reconstrucción.

La joven se encontró en el pueblo de Onagawa, en la región de Fukushima, con un «panorama terrorífico» de casas arrancadas literalmente de sus cimientos y «forjados doblados como si fueran chicles». La joven ovetense trabaja en la capital japonesa, en el estudio de uno del arquitectos Shaigeru Ban, especializado en arquitectura de emergencia para zonas devastadas por desastres naturales.