Oviedo, L. Á. VEGA

El conductor ovetense E. R. F., acusado de causar un accidente de tráfico en el que murió un niño de 10 años en octubre de 2006, en la nacional a la altura de Grado, aseguró ayer en el juicio que no se acuerda de lo ocurrido, debido a los golpes sufridos por el choque, que lo obligaron a estar ingresado en el Hospital Central varios días. Uno de los guardias civiles que elaboró el atestado aseguró, sin embargo, que el conductor le había confesado, mientras estaba en los boxes de urgencias, que «iba probando un poco de miel de un tarro y se le fue el coche a la izquierda», motivo por el que invadió el carril contrario y colisionó con el coche de la víctima mortal. De hecho, cuando los agentes llegaron al lugar del accidente, el conductor aún estaba atrapado en el vehículo y vieron que tenía «un bote de cristal roto en el regazo y tenía manchados la camisa y el pantalón de miel», según dijo el agente.

En el juicio celebrado ayer en el Juzgado de lo penal número 1 de Oviedo, la defensa del acusado, a cargo del letrado José Manuel Fernández González, trató de desvirtuar el testimonio del agente. La médica que estaba a cargo de los boxes de urgencias ese día no oyó al conductor decir que se había despistado por ir comiendo miel e indicó que se encontraba con un nivel de consciencia muy bajo y desorientado. Algunos familiares corroboraron este punto.

La defensa arguye que, en esas condiciones, difícilmente podía dar una versión coherente de lo ocurrido a los guardias. El abogado intentó demostrar que el accidente no se había producido por un despiste, sino por el mal estado de la carretera. El día del siniestro, 10 de octubre de 2006, a las ocho menos veinte de la tarde, cayó una fuerte tromba de agua, que, según algunos testigos, hizo que la calzada se inundase. Según la defensa, fue éste el motivo por el que el coche de E. R. F., que viajaba junto a su mujer, invadió el carril contrario. José Ramón F. C., padre del menor fallecido, negó, sin embargo, que las condiciones meteorológicas fuesen tan extremas. «Llovía, como suele hacerlo en Asturias», indicó el hombre, al que la muerte de su hijo lo obligó a seguir un tratamiento psiquiátrico. «Intenté reaccionar, pero no pude hacer nada», confesó con entereza.

El fiscal mantuvo su petición de cuatro años de cárcel y seis de retirada del carné. La defensa pidió la libre absolución, aunque, en caso de condena, pidió al juez que tuviese en cuenta las dilaciones indebidas de un caso que ha tardado seis años en ser juzgado.