Arenas de Cabrales,
Emilio G. CEA
El concejo de Cabrales se volcó ayer para dar el último adiós a Carmen Lobeto -conocida entre sus allegados como Carmina-, la única víctima mortal del suceso acaecido la madrugada del jueves en Arenas de Cabrales, cuando reventó el canal de la minicentral E.On ubicada en el barrio de Llambrias llevándose por delante una casa y dos queserías. Cientos de personas acudieron a lo largo de la mañana a la capilla ardiente situada en el interior de la capilla de San Juan y por la tarde a la iglesia parroquial de Santa María de Llas para dar su último adiós a la fallecida.
La hija mediana de Carmen Lobeto, María del Carmen Díaz Lobeto, escondía su dolor bajo unas gafas de sol en compañía de su esposo, Manuel Jesús Álvarez, y de su hija, Andrea Álvarez Díaz, única nieta de la fallecida. Su hermana menor, Alejandra Díaz Lobeto, cuya residencia habitual se encuentra en León, llegó el pasado jueves a Arenas de Cabrales, nada más enterarse de lo sucedido procedente de Italia, donde estaba de vacaciones. «Me enteré por la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón. Nadie tenía mi número. Mi prima les dijo que trabajaba de celadora en el Hospital de San Agustín de Avilés y a través del 112 me localizaron. Eran las 02.45 de la mañana», explicó. María del Carmen, aún en estado de shock por la impresión, tardó unos instantes en asimilar lo sucedido. «Me dijeron que una rotura del canal se había llevado por delante la casa y que mi madre estaba desaparecida y mi hermano en el hospital. Yo en un primer momento ni me acordaba que el canal pasaba por delante de casa. A las cinco de la mañana llegué a Arriondas para saber cómo estaba mi hermano», señaló.
Severino Díaz Lobeto, Sevin, hijo de la fallecida, permanece en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario Central de Asturias. Está consciente y su pronóstico es reservado. Tiene hemorragias internas y múltiples magulladuras y roturas en piernas y brazos. «Esperamos que salga adelante», deseaba ayer su hermana. Entre las personas que no se separaron de la familia durante toda la mañana estaban Raquel Puente, Juan Ángel Prieto y su hija, Raquel Puente, tres de las personas que se encontraban en una de las casas afectadas por la riada y que trabajaban en la quesería Cares, destruida por la catástrofe. «Nos han fastidiado la vida, pues nos hemos quedado sin casa ni trabajo. Éramos una gran familia y eso ya no lo podremos recuperar más, el trabajo y la casa sí, pero el ambiente entre los vecinos no», aseguró Raquel Puente. Su madre, Julia Morago, aún permanece en el Hospital de Oviedo ingresada como consecuencia de las heridas. «Psicológicamente está muy mal. Tiene recuerdos de todo. No para de decir que si no llega a ser por mi marido y la gente que entró a socorrernos no estaría viva». Julia Morago permanecerá por lo menos quince días más ingresada.
A la capilla ardiente acudieron también Fermín Cotera Gonzalo y Dorita Díaz Posada, dueños de la Quesería Vega de Tordín, sepultada por la tragedia. Dorita acudió a la zona de la catástrofe a primera hora de la mañana para intentar recuperar alguna pertenencia más. Las palas no trabajaron durante toda la jornada de ayer en el lugar de los hechos, donde el pasado viernes al mediodía la perra «Gresca», de la Unidad Canina de Rescate del Principado de Asturias, localizó, tras 36 horas de búsqueda, el cuerpo sin vida de Carmen Lobeto.
El sobrino de la fallecida, Ramón Saiz Lobeto, destacó las cualidades humanas de su tía. «Era una persona muy querida en el pueblo, hablaba a todo el mundo y jamás faltaba a ningún entierro. Estamos todos muy tocados», dijo. Mari Loli Vallines, del Merendero Sierra del Cuera, aseguró que «echaremos mucho de menos a Carmen. Siempre que pasaba por aquí se paraba un rato, pues era muy habladora. La recordaré como una persona muy servicial y que siempre estaba riéndose», señaló. El párroco de Cabrales, Pedro Fernández Gonzalo, afirmó durante la homilía que «la muerte sorprendió a Carmina mientras dormía y lo que experimentó pensaría que era un sueño cuando era la realidad».
