Ana Suárez Fernández, de 18 meses de edad, falleció el jueves de la semana pasada en el pueblo de Luiña (Ibias), cinco días después de haberse atragantado con un grano de maíz mientras comía palomitas. La menor fue dada de alta tras pasar una noche en observación en el Hospital Universitario Central Asturias (HUCA), el centro sanitario al que fue trasladada para ser atendida el día que ocurrieron los hechos. Según afirman sus familiares, los médicos enviaron a casa a la pequeña con la única indicación de que visitase a su pediatra «en 15 días», pero el jueves pasado amaneció de nuevo con problemas para respirar y no hubo tiempo para salvarla. A falta de que se hagan públicos los resultados de la autopsia, los allegados sostienen que el bebé murió ahogado a consecuencia del grano obstruido y que no le fue retirado en el hospital.

La pequeña estaba viendo la televisión con su hermano, de 5 años, el sábado 9 de marzo por la mañana, cuando se atragantó con las palomitas. Comenzó a toser y a respirar con dificultad, por lo que sus padres, Oscar Suárez y Cecilia Fernández, la llevaron al centro de salud de Luiña. Desde allí fueron derivados al hospital de Cangas del Narcea. Una vez en Cangas, siempre según el relato de la familia, los médicos le hicieron placas en las que no detectaron el cuerpo alojado en la garganta, por lo que pidieron una ambulancia para trasladar al bebé a Oviedo. Según afirman los familiares de la niña, les dijeron que en el centro hospitalario de la capital del Principado existían los medios adecuados «para aspirarle el grano de maíz» y para llevar a cabo las pruebas que se requieren en este tipo de casos.

En el HUCA, un centro al que llegaron sobre las seis de la tarde, les tuvieron en urgencias toda la noche. «Nos dijeron que no le diéramos nada de comer ni de beber desde las dos de la mañana porque tendrían que anestesiarla para intervenirla al día siguiente», asegura la abuela del bebé, Luisa Rivera. Pero sobre las doce del mediodía del domingo las cosas cambiaron. Les dieron permiso para dar de comer a la pequeña porque los médicos habían decidido darle el alta. La familia asegura que se fueron a Luiña con la única indicación de que la niña visitase a su pediatra «en quince días».

No le dio tiempo. El pasado jueves, según su abuela, la niña se despertó a las ocho y media de la mañana y «comenzó a toser y a atragantarse». Los padres la llevaron al centro de salud de Luiña, pero las dificultades de la pequeña para respirar se acrecentaron y acabó perdiendo la vida. La autopsia del cadáver de Ana Suárez se realizó el viernes pasado por la mañana y, desde entonces, el cuerpo de la pequeña permaneció en el Anatómico Forense de Oviedo. La familia tenía previsto incinerarla ayer. El funeral por su alma se celebrará hoy a las cuatro de la tarde en la iglesia parroquial de Tormaleo (Ibias).

La familia aún no quiere adelantar si tiene previsto emprender acciones legales contra el centro en el que estuvo hospitalizada la pequeña, pero su abuela lo tiene claro: «Se pudo hacer mucho más por la vida de mi nieta».

El padre de Ana Suárez, Oscar, es minero del grupo Tormaleo en la mina de Cerredo, hoy en el paro por la crisis del sector, y por eso la familia vive en El Poblado, un barrio de viviendas mineras en Luiña. En la misma calle vive también gran parte de su familia cercana, rota por el dolor de la tragedia. La abuela de Ana no puede contener la pena. «A mi niña no me la van a devolver, pero hay que lograr que esto no vuelva a pasar, que se eviten otras muertes». Luisa Rivera, que habla en nombre de todo el entorno de la pequeña, asegura: «Nos han truncado la vida por la mitad y han dejado a una familia destrozada para siempre, porque de esto no te recuperas». La abuela de Ana mantiene que los padres de la pequeña «preguntaron en varias ocasiones si era seguro que la niña estuviese con ese grano en la garganta», pero sostiene que los médicos les respondieron: «Sí, sí, eso no se mueve de ahí».