La magistrada presidenta de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial ha condenado a siete años de prisión a Francisco Huergo González, acusado de haber matado a golpes -con un rastrillo- a una mujer de 75 años en la localidad cabraliega de Inguanzo, un suceso que tuvo lugar en septiembre del año 2011. La juez ha tomado esta decisión dos semanas después del veredicto del tribunal de jurado que se encargó del caso, que consideró a Francisco Huergo culpable de un delito de homicidio con las atenuantes de alteración psíquica y de confesión, esta última «como muy calificada». Además de la pena de prisión, la magistrada también le impone al condenado la prohibición de aproximarse a menos de cien metros de los dos hijos de la fallecida, María Teresa Inguanzo, así como a su domicilio o a su lugar de trabajo. Francisco Huergo también tendrá que pagar una indemnización de 70.000 euros a cada uno de los hijos de la víctima. La sentencia no es firme y contra ella cabe recurso ante la Sala de lo Civil y Penal del TSJA.

Según el escrito presentado en su día por el fiscal, el 30 de agosto de 2011 Francisco Huergo comenzó a trabajar para el propietario de la finca colindante con la vivienda de María Teresa Inguanzo para desarrollar labores de jardinería. Hacia las dos y media de la tarde del 1 de septiembre, cuando el ahora condenado estaba sacando una rejilla de la finca sostuvo una acalorada discusión con la víctima, con la que había tenido un enfrentamiento verbal días antes. Huergo accedió a la terraza en la que se encontraba la mujer con un rastrillo metálico en la mano, de los usados en jardinería y con tres pinchos en cada uno de sus extremos, y golpeó con él reiteradamente a la mujer. Una vez que ésta se encontraba en el suelo lanzó sobre ella al menos tres tiestos o macetas llenos de tierra. Uno de ellos, de plástico, le impactó en la cabeza.

A continuación, el imputado lanzó el rastrillo sobre el tejado de la vivienda de María Teresa Inguanzo, volvió a la finca en la que trabajaba para colocar la rejilla que había retirado y guardar las herramientas, y regresó a su casa. Allí se cambió de ropa y hacia las cuatro menos cinco de la tarde se presentó en el puesto de la Guardia Civil de Carreña de Cabrales para confesar los hechos. Huergo reconoció durante el juicio que estaba muy arrepentido por lo que había sucedido y reconoció que en ese momento se dejó llevar, pero por insultos que la víctima estaba lanzando contra su padre fallecido. «Si hubiesen sido contra mí, no hubiese saltado», aseguró. María Teresa Inguanzo fue trasladada en helicóptero al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde falleció a las siete y cuarto de la tarde del 1 de septiembre de 2011, horas después del ataque.

«Me ensañé hasta que la maté», les dijo Francisco Huergo a los agentes de la Guardia Civil poco después del crimen, según indicaron dos de ellos en el juicio. Los guardias aseguraron que Huergo estaba «sereno y tranquilo» tras haber causado la muerte de María Teresa Inguanzo. «No mostraba arrepentimiento alguno. Dijo que la víctima se había metido con su padre, y que eso era sagrado. Y también que él iba para la cárcel, pero ella para el cementerio», indicó uno de los guardias durante su declaración. Un testigo de la acusación, vecino de la víctima, aseguró que dos días antes del crimen encontró a María Teresa Inguanzo sentada en la terraza llorando. «Me dijo que había discutido con Francisco y que la había llamado puta y ladrona. También me aseguró que Francisco le había dicho que la iba a matar, aunque ella no pensaba que fuese capaz de hacerlo», indicó.