«¡Perra, chivata!», le gritó un funcionario de Villabona al preso discapacitado D. G. P., mientras lo golpeaba una y otra vez con un «tolete», tras amordazarlo, según declararon esta semana ante el Juzgado número 4 de Oviedo varios presos que asistieron al episodio. Los testigos corroboraron ante la juez el calvario sufrido por D. G. P. en la noche del 20 de enero de 2012, cuando fue atado de pies y manos, amordazado y golpeado en varias ocasiones por un funcionario -ahora imputado- en una celda de la enfermería, siempre según la denuncia de la familia de la víctima.

Uno de los reclusos, coordinador en la enfermería, indicó que, sobre las nueve de la noche, subieron a D. G. P. a la celda. Él mismo colaboró en la inmovilización del recluso, junto al funcionario imputado, la médica y otro preso. Fue entonces cuando fue atado de pies y manos.

Más tarde, entre las diez y las diez y media, añadió, el funcionario subió a la celda y golpeó con la mano dos veces al preso en la cabeza. Entre la una y una y media de la madrugada, volvió el funcionario y pegó varios puñetazos al preso, añadió el declarante. Según dijo este mismo testigo, el funcionario llamó a la víctima, que estaba gritando, «mierda» y «maricón». Entre las tres y tres y media de la madrugada, añadió, el funcionario volvió a subir, esta vez para amordazar a la víctima, a la que le puso una rodilla en la espalda, mientras seguía golpeándolo e insultándolo. El jefe de servicio, que ya declaró ante la juez, aseguró que había desaconsejado que amordazase al preso.

Finalmente, sobre las cinco menos veinte de la madrugada, se produjo el incidente más grave, cuando el funcionario volvió a subir, esta vez con un «tolete», y estuvo golpeando al preso durante diez minutos. Este testigo, que negó que D. G. P. fuese un preso violento o hubiese golpeado a ningún otro recluso, contó lo ocurrido al psicólogo de la prisión. Al día siguiente, le comunicaron que había sido denunciado por extorsionar a otros reclusos, pero no llegó a nada.

Otros dos presos, interrogados ante la juez por el abogado de la familia de D. G. P., José Manuel Fernández González, y el defensor del funcionario, Juan Manuel Baliela, corroboraron la anterior versión y añadieron algún detalle más. Uno de ellos, por ejemplo, oyó cómo el funcionario llamaba «perra» y «chivata» a la víctima. Otro añadió que el supuesto agresor era un funcionario que nunca había estado en la enfermería y que llamaba a la víctima «perra». Al día siguiente, añadió, la víctima tenía la cara marcada y roja, y no se la podía tocar porque le dolía todo el cuerpo.