El jurado escribió el jueves la historia definitiva de "Tomasín", el homicida de La Llaneza (Tineo). Para los integrantes del tribunal popular, Tomás Rodríguez Villar disparó a su hermano Manuel a la puerta de su chamizo en legítima defensa al verse "acorralado" cuando éste trataba de propinarle una nueva paliza, la enésima. Formado mayoritariamente por mujeres, el jurado vio en "Tomasín" a una pobre víctima maltratada, a la que la violencia de un hermano autoritario y con muy mal genio había obligado a retirarse a una cabaña en el monte. También a un hombre de inteligencia limitada, con una leve enfermedad mental, abandonado por los servicios de protección social y condenado a una existencia al borde de la animalidad.

La actitud de "Tomasín" a lo largo del juicio que se desarrolló esta semana en la sección segunda de la Audiencia Provincial ayudó a formar esta imagen. En primer lugar, rompió con lo que se esperaba de él, y en vez de reconocer el crimen, como había hecho ante la Guardia Civil y el juez instructor, negó haber disparado contra su hermano. Aseguró que le había visto discutiendo con una tercera persona que se encontraba en el interior de la cabaña, y que ésta había sido la que disparó con su carabina. Y dijo haber hecho unas "declaraciones falsas" ante la Guardia Civil por el "efecto de la claustrofobia" y porque le convencieron de que si lo hacía, saldría antes en libertad.

Luego no hubo forma de que relatase los malos tratos a los que le sometía su hermano, como si sintiese una especie de pudor a confesar su debilidad o revelar asuntos íntimos que debían quedarse en el estricto ámbito familiar. A lo sumo reconoció que le habían roto la nariz varias veces a puñetazos, y que había tenido problemas con su hermano "de pequeños". Manuel Rodríguez, "El Llanezo", era de la misma altura que su hermano, "pero el doble de fuerte", según aseguró "Tomasín".

También se mostró remiso a reconocer que dormía en el chamizo con un caballo, un burro y un perro. Y mostró su lado más desequilibrado cuando aseguró que su hermano subía a veces a la cabaña para darle consejos, a los que estaba dando vueltas todo el día, y que "los pensamientos se mezclaban en su cabeza". "Me maltrataba dentro de la ley, lavándome el cerebro", dijo.

La negativa a reconocer los hechos dio la impresión de ser totalmente ajena al criterio de su letrado, Manuel García García-Rendueles, pero ayudó a subrayar el carácter anómalo e imprevisible de "Tomasín". La declaración del tinetense convenció al jurado de que algo no iba bien en su cabeza.

El lenguaje corporal y el modo de expresarse ayudó a terminar de dibujar esa imagen de desamparo que al final ha prevalecido en el jurado. "Tomasín" hablaba de forma lenta y tarda, con largas pausas, como sopesando las palabras, y fijando casi siempre la mirada en el suelo. Terminó de tocar el corazón del jurado cuando contó que, lo que él sufría no era fobia social, sino "vergüenza respecto a las personas", y que por eso tenía que beber alcohol. Durante el resto del juicio, permaneció sentado con los brazos o las manos cruzadas, y la mirada en el suelo. Sólo cambió de actitud cuando, durante la declaración de los peritos, negó varias veces moviendo el índice. Al término del juicio, cuando su abogado le comunicó el veredicto del jurado, y que cabía la posibilidad de que saliese libre muy pronto, "Tomasín" se permitió un pequeña sonrisa antes de ser esposado y conducido a Villabona.

De la existencia de malos tratos dieron cuenta el primo de "Tomasín" y la esposa de aquel, quienes aseguraron que la madre del homicida (fallecida en mayo de 2010 y la única que se preocupaba de su hijo) les había contado que Manuel había dado una paliza a su hermano que le había dejado "echando sangre por la boca". La mujer de su primo lo encontró durmiendo en un parque de Tineo, y "Tomasín" le reconoció que no podía vivir en La Llaneza porque su hermano le pegaba. Los vecinos de la aldea indicaron que los hermanos se llevaban mal, pero negaron haber visto agresión alguna, contra lo que declararon a la Guardia Civil, lo que estuvo a punto de costarles que la defensa solicitase que se les abriesen diligencias por falso testimonio.

Con estos elementos, y la declaración de los guardias civiles, a quienes "Tomasín" sí confesó que su hermano le pegaba y que la mañana del crimen había subido hasta su cabaña para agredirle, llegaron los miembros del jurado a la conclusión de que disparó en defensa propia.

La cuestión del estado mental de "Tomasín" dividió a los peritos. Los médicos y psicólogos forenses, aunque reconocieron que "Tomasín" tenía un coeficiente intelectual fronterizo con el retraso mental, y que sufría de fobia social y un trastorno de la personalidad que le impelía a evitar el contacto social, ante la angustia y ansiedad que le provocaba, negaron que sufriese una psicosis y aseguraron que era absolutamente dueño de sus actos. Es más, llegaron a afirmar que trataba de simular una enfermedad mental y que para ello soltaba el tipo de estrambotes que la gente común atribuye a los dementes, como uno que dejó helada a la sala de vistas: "Me gusta ver a los humanos cuando están a punto de morir; los humanos que me lo robaron todo y me metieron en la cárcel". Estos funcionarios judiciales se empeñaron en resaltar que "Tomasín" no era un pobre hombre desvalido, sino que se había adaptado muy satisfactoriamente.

Los psiquiatras Julio Bobes y Paz García-Portilla se encargaron de dar la vuelta a los anteriores argumentos, e indicaron que "Tomasín" era en realidad un psicótico desde la adolescencia, y que no sentía ansiedad por el trato con los demás, sino un miedo derivado de sus elucubraciones paranoicas. Al final, el jurado se decantó por estas tesis y tuvo en cuenta la circunstancia atenuante de alteración psíquica, que, junto a la eximente incompleta de legítima defensa, podría rebajar hasta en dos grados la pena que se le impondrá en los próximos días por homicidio.

Muy próximamente, se sabrá la sentencia de este caso, que tendrá que moverse entre los nueve años de cárcel que se vio obligada a pedir la fiscal (en su escrito solicitaba 22 años de prisión, pero tuvo que rebajarlos después de que el jurado rechazase que lo ocurrido había sido un asesinato) y los tres años reclamados por la defensa, que también tuvo que variar su solicitud inicial de libre absolución.

El caso de "Tomasín" atrapó la imaginación de muchos desde el momento que se supo que había escapado al monte, tras matar a su hermano. La fascinación creció tras conocerse que se trataba de un individuo huraño, que había decidido apartarse de la sociedad y que había convertido las sierras que rodeaban La Llaneza en su verdaderos hogar, donde cuidaba de 25 vacas y seis caballos. Al principio, muchos pensaron en el John Rambo de "Acorralado", al contemplar el despliegue de la Guardia Civil para atrapar a un hombre que se antojaba sobre todo un superviviente. Y esa fue la palabra que uno de los médicos forenses utilizó para describirle durante el juicio. Que las fuerzas de seguridad tardasen 57 días en atraparle, y que su captura casi fuese por voluntad del propio "Tomasín", alimentó aún más esa imagen de emboscado de las fuerzas especiales. Para más inri, cuando la Guardia Civil instaló en los montes de La Llaneza unas cámaras para ver si realmente se encontraba en la zona, se pudo ver a "Tomasín" ataviado con un poncho y un caso militar. Y cuando se le atrapó causó estupor que se le interviniese una pistola casera elaborada a partir de un grifo, o que la carabina de aire comprimido con la que se cometió el crimen hubiese sido modificada para disparar cartuchos más grandes que, además, elaboraba él mismo.

Sin embargo, lo que le hizo ganar más simpatías fue que trascendiese que su hermano le había estado maltratando durante años, y que fue este trato inhumano lo que le había movido a alejarse de la civilización y refugiarse entre el ganado. Bajo este prisma, la historia de "Tomasín" pasaba a ser el cuento del pequeño, del desamparado que reacciona frente al matón tiránico, el ogro, y le derriba de una certera pedrada en la frente, como David a Goliat. O podría interpretarse en clave casi bíblica. El Génesis al revés: un Abel-Tomás, el hombre bueno, que mata a Manuel-Caín. - incluso hay quien ha querido ver en "Tomasín" a un apóstol anárquico y vitalista que se aparta de todo y de todos para vivir una existencia más auténtica, más apegada a la húmeda tierra, en íntima comunión con los animales del bosque y de la sierra.