La Policía Nacional localizó ayer, en el interior de un pozo de San Vicente de la Cabeza, en la provincia de Zamora, los restos de dos cuerpos que corresponderían a una madre y a su hija, de origen dominicano, desaparecidas desde el 30 de junio en Madrid y cuya desaparición había sido denunciada por la abuela de la niña. El propio homicida fue el que condujo a la Policía hasta el lugar del hallazgo, en el paraje de El Pozón. Raúl Álvarez Ríos, un joven de 30 años, vecino de Madrid y originario del pueblo alistano, habría confesado los crímenes ayer por la mañana e indicado a los investigadores el lugar en el que se encontraban los restos de quien fuera su pareja, Adolfina Puello, de 32 años, y la hija de ésta, Argelys, de 9.

Hacia las 14.45 horas miembros del Grupo de Operaciones Especiales Subacuáticas (GOES) rescataban del pozo los dos cuerpos en avanzado estado de descomposición. Fuentes del caso apuntan que los restos podrían llevar varios meses ahí, lo que podría dificultar el esclarecimiento del caso y conocer la causa real de la muerte de la madre y su hija. Los cuerpos fueron trasladados ayer por la tarde al Instituto Anatómico Forense de Zamora para practicarles la autopsia. El presunto homicida fue puesto ayer a disposición del Juzgado central número 9 de Madrid.

Un operativo de veinte agentes de la Unidad Central de Homicidios -que ha investigado casos de desapariciones tan relevantes como la de Marta del Castillo o los pequeños hermanos de Córdoba- se desplazó ayer hasta esta localidad para dirigirse al pozo, el punto exacto que les había indicado el asesino confeso. Según publicó "Europa Press", Raúl Álvarez trató de engañar a la Policía durante la investigación, pero los agentes detectaron contradicciones en su discurso. Por medio de instrumentos tecnológicos, los investigadores detectaron la pista del ahora detenido y de las dos víctimas el 30 de junio a la altura de Ávila, de camino al Norte. A partir de ahí se les perdió el rastro. Cuando durante un interrogatorio los policías le preguntaron a Raúl Álvarez hacia dónde iba, el presunto homicida afirmó que se dirigía a San Vicente de la Cabeza a ver a sus padres, pero en realidad éstos se encontraban en Madrid.

También habría tratado de engañar a los agentes cuando, una vez confesado el crimen, el lunes apuntó que los cuerpos de su expareja y la hija de ésta estaban enterrados en la Dehesa de la Villa, en Madrid. En la mañana de ayer todavía se realizaban las tareas de búsqueda en el paraje madrileño.

Los especialistas de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta tratan ahora de esclarecer el momento exacto en el que se produjo el asesinato y cuáles fueron las razones que le llevaron a ello. Familiares de las víctimas habían advertido a los agentes del carácter violento del presunto asesino, incluso la abuela de la niña había denunciado a Raúl Álvarez por amenazas. Ayer, esta mujer, Leonarda Sánchez Roble, completamente abatida, declaraba que el hecho de que hayan aparecido los cuerpos no es suficiente. "Esto no ha hecho más que empezar. Voy a exigir justicia y voy a ir a por todas". Sabe lo que dice porque la familia lleva el sufrimiento en su ADN. Su hijo, padre de la menor que apareció muerta, fue asesinado en un intento de secuestro en la República Dominicana. Ella misma sufrió un asalto de dos desconocidos, hace poco más de 20 días, en el metro de Madrid, que le propinaron una paliza que le dejó secuelas visibles. "En ese momento nos dimos cuenta de que el asunto iba en serio", afirma. Ella y varios compatriotas organizaron una caminata para exigir respuestas sobre las desapariciones.

Los vecinos de la localidad zamorana, revolucionados con el macabro suceso, describen al homicida como un chico conocido, aunque poco sociable. Hijo de trabajadores locales emigrados a Madrid, frecuentaba el pueblo en verano y algunos puentes, como el pasado de Todos los Santos. "No se prodigaba mucho ni solía ser hombre de relacionarse o ir al bar", dicen.