La muerte por sobredosis de tres reclusos en la prisión de Villabona en los últimos siete meses ha despertado todas las alarmas y puesto sobre el tapete las dificultades para erradicar, con métodos represivos, el tráfico de estupefacientes en el interior de la cárcel. Los funcionarios consultados consideran "imposible" frenar el flujo de droga al interior de la prisión a través del tradicional "empetao", la introducción de la droga por vía anal o bucal aprovechando los permisos carcelarios o visitas familiares. El descontrol ha llegado incluso a las unidades de tratamiento (UTE), en dos de las cuales "corre la droga", según indica un funcionario. También en los módulos de respeto, donde se está levantando la mano a la hora de controlar la circulación de drogas.

Numerosos presos de Villabona están pasando por el Juzgado para responder de delitos de drogas. Este importante número puede dar una idea equivocada. No es que haya una gran efectividad de los funcionarios en la detección del tráfico. "Se descubre una mínima parte de la droga que circula. El riesgo de sobredosis se está incrementando", señala un funcionario.

Ayer mismo era juzgado en Oviedo un antiguo recluso al que sorprendieron con unos 8 gramos de hachís. El preso, defendido por Ricardo Álvarez Buylla, declaró que el cannabis era para consumo propio y que no lo vendía a otros presos. Además, nunca trató de esconderlo. De hecho, los funcionarios que registraron su celda encontraron el hachís a la vista. La fiscal mantuvo cuatro años de prisión. El abogado defensor indicó que la sola tenencia de droga no es sinónimo de tráfico, y resaltó la mínima cantidad que se incautó, lejos de las cantidades que el Supremo estima para consumo propio, unos 40 gramos. Y también ayer estaba previsto otro juicio por tráfico de drogas en Villabona. El preso en cuestión, A. M. R., defendido por Alejandro Martín Pacios, fue sorprendido con casi 400 gramos de hachís en su celda. El juicio se suspendió al no haberse cursado aviso a la prisión para que el acusado fuese trasladado al Juzgado.

La tenencia de droga en la cárcel, aunque sea para consumo propio, está prohibida. En la prisión, una mínima cantidad de droga es un objeto preciado por el que puede pagarse mucho dinero. Según los funcionarios, la vía de entrada de droga más común es el "empetao". Un preso que ha salido de permiso utiliza algún envoltorio plástico (son muy preciados, por ejemplo, los de los huevos Kinder, pero también se utilizan preservativos) y se lo introduce por el ano o se lo traga. Una vez en la cárcel, lo expulsa por el recto y lo comercializa o lo entrega al recluso que lo encargó. Algunos familiares también se brindan a introducir droga en las comunicaciones o vis a vis. Recientemente fue juzgado un joven que había llevado droga para su hermano en el ano. Para descubrir estos intentos se hace necesaria una radiografía, que tiene que ser autorizada por un juez. El nerviosismo de la persona que porta la droga suele ser un indicio para descubrir los alijos. En otras ocasiones es la información de otros presos la que permite descubrir que se está vendiendo droga.

Los métodos utilizados para sortear a los funcionarios son infinitos. Los presos esconden la droga en la goma de ropa interior, la hebilla del pantalón, el cuello de una camisa, la contratapa de un libro, botes de Coca-Cola, zapatillas de deporte con compartimentos especiales, dobles fondos en cajas, dentro de alimentos, en productos de higiene personal...

Últimas muertes

El momento para distribuir la droga suele ser el del reparto de paquetería, aunque se utilizan otros métodos, como las pelotas de tenis, que se lanzan de un patio a otro. En cualquier caso, hay mucha movilidad en la prisión, lo que facilita el intercambio. Aunque la droga reina en Villabona es el hachís, también circulan las drogas duras. El preso fallecido el pasado abril se había fumado un "chino" de heroína que presumiblemente ya llevaba consigo cuando fue trasladado a la prisión de Villabona desde Teixeiro (La Coruña). Los otros dos fallecidos, dos presos canarios que habían estado celebrando el nacimiento de un hijo, murieron por un cóctel de drogas. En ese momento se criticó la práctica de entregar a los presos los medicamentos prescritos (incluso metadona) para todo el fin de semana, lo que movería a algunos a traficar con ellos o incluso a tomarlos de forma desordenada.

Los hay convencidos de que sólo el sistema de las UTE puede reducir el tráfico de estupefacientes. En Villabona llegó a haber quinientos presos en estas unidades, un tercio de la población. Se trataba de presos involucrados en su recuperación, los primeros interesados en que no entrasen estupefacientes en los módulos. Desde hace dos años arrecian las críticas que apuntan a que se está desmontando este modelo.