David Oubel es un hombre de 40 años, delgado, moreno y con barba, de una estatura algo superior al metro ochenta y nacido en Asturias. Regentaba un negocio inmobiliario en Caldas de Reis junto a su hermana y era una persona deportista, que frecuentaba el gimnasio y la piscina.

Con su empresa se encargaba de la venta y alquiler de pisos, además de gestionar las comunidades en los edificios. Otra de sus pasiones eran los perros, poseedor de varios bulldog, competía con ellos con éxito en diversos concursos caninos. Desde hace cuatro años estaba separado de su mujer, con la que no mantenía buena relación, al igual que con su familia política, si bien el motivo de la ruptura responde al redescubrimiento de su homosexualidad, que no escondió desde su divorcio.

Actualmente residía en una vivienda en la parroquia de San Martiño, en el concello de Moraña, parece ser que con otro hombre y las fiestas que organizaba eran conocidas en el pueblo. Sin ir más lejos, hace muy poco montó una fiesta ibicenca junto a sus amigos en su vivienda y muchos de ellos fueron vistos después por Moraña celebrando las Festas do Carneiro ó Espeto vistiendo completamente de blanco.

De este carácter fiestero no tienen buen concepto sus vecinos, quienes afirman que solía poner la música muy alta y tenía un carácter muy orgulloso, por lo que la relación con sus vecinos tampoco era la más deseable, según apuntan en la zona. Esta es una versión que curiosamente contrasta con la gente que trataba con él en Caldas de Reis, lugar donde trabajaba, quienes dicen que es una persona humilde que se desvivía por sus hijas.

Otro apunte destacado de Oubel era su estilo personal, quien lo conoce dice que viste de forma muy particular, con grandes gafas de sol, camisas muy ajustadas y fulares llamativos.

Según explicaron algunos vecinos, fue David Oubel quien puso final al matrimonio de manera abrupta iniciando entonces una nueva relación sentimental con otro hombre. "La puso en la calle", enfatizaron en referencia a Rocío Viéitez, al tiempo que añadieron que, a partir de entonces, desde el entorno de la morañesa no se ahorraron descalificaciones hacia la condición sexual del detenido. "No podía entrar en algunos locales", apuntó un vecino que exigió el anonimato.

El día que cometió el crimen, Oubel envió una carta a su exmujer anunciándole lo que iba a hacer, e incluso algunas versiones apuntan a que la telefoneó para decírselo y que ella se desmayó. Pero el parricida llamó también a la Guardia Civil y cuando los agentes llegaron a la casa, se encontraron con un escenario dantesco. Él estaba en la bañera tras haberse cortado las venas.