"No era un aficionado, era un profesional", aseguró ayer Felicidad Álvarez, la viuda de Francisco González García, el montañero de 70 años fallecido anteayer al precipitarse 200 metros mientras ascendía a la Pica Peñamellera, conocida como "el Cervino asturiano". Este jubilado de Ensidesa, antiguo árbitro de fútbol de categorías regionales, que vivía entre San Martín de Podes (Gozón) y el barrio avilesino de Villalegre, según indicó uno de sus sobrinos, Bernardo Fernández, "estaba en muy buena forma". De hecho, en los últimos años era un asiduo de san silvestres y medias maratones, con tiempos nada desdeñables, cuatro minutos y medio por kilómetro. La mala suerte quiso que anteayer martes pisase una piedra inestable y cayese mientras realizaba una de sus actividades más queridas. La Pica, sin embargo, es peligrosa, muy aérea, "con mucha maleza y mucha hierba", que pueden facilitar las caídas, según el veterano montañero avilesino Raimundo Cuenco, "Mundo".

"A hacer montaña empezamos él y yo hace treinta o cuarenta años, todos los domingos. Yo me estanqué un poco y empezó a ir con unos amigos. También íbamos con los nietos, rutas más cortas, de tres o cuatro horas", confesó la viuda de González, que residió muchos años en Llaranes.

De la querencia por la montaña de González da constancia un episodio por el que fue noticia en febrero de 1996. Y es que quedó atrapado por una ventisca junto a su mujer y dos de sus tres hijos (de 20 y 26 años), en la zona de Vegarada, en el concejo de Aller, por espacio de tres días, durante los que la familia estuvo refugiada hasta en tres cabañas de pastores, donde pudieron calentarse y hasta escuchar en una radio las noticias sobre el operativo montado para encontrarles.

Lo que iba a ser una excursión de una tarde a la ruta del Alba se tornó hace 20 años en una pesadilla debido al fuerte temporal de nieve que se abatió sobre la región. La Guardia Civil de Montaña terminó encontrándolos tres días después. Francisco González aseguraba en ese momento a LA NUEVA ESPAÑA que no habían sentido miedo, si acaso un poco de preocupación por su hija y por sus padres, que, dicho sea de paso, celebraban ese fin de semana sus bodas de oro. Según indicaba el entonces trabajador de Ensidesa, que había participado en 1992 en la mítica "marcha de hierro", no les había faltado de nada, ya que llevaban comida de sobra. Tampoco agua, con la gran nevada que cayó esos tres días. Luego dejó Ensidesa por problemas cardíacos, pero no dejó de hacer deporte a gran nivel estos años, aunque no estaba federado, al menos en la Federación de Montaña. Será incinerado hoy en el tanatorio de Avilés.