La Policía de Buenos Aires continúa investigando el brutal crimen del empresario de origen lenense Roberto Fernández Montes, de 67 años, que el sábado 21 de enero fue asesinado, descuartizado y calcinado por su yerno, Santiago Corona, con la colaboración de al menos otras tres personas. El móvil fue cobrar un seguro de vida que Corona había contratado suplantando la identidad del industrial, y evitar que su suegro le denunciase por estafa de casi un millón de pesos (unos 63.000 dólares). Los investigadores han decretado la busca y captura de uno de los cuatro presuntos participantes en el crimen, Pedro Ramón Fernández Torres, alias "el carnicero".

La última vez que el empresario asturiano fue visto con vida lo grabaron las cámaras del aparcamiento del edificio donde vivía con su hija pequeña, Giselle. Fernández Montes salió a las 8.42 y regresó a las 12.09 horas.

Giselle, extrañada al no saber nada de su padre, denunció su desaparición y se inició una investigación en la que se implicó toda la familia. También el yerno.

Pero a la joven hija del empresario se le ocurrió ver las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad del edificio y entonces se descubrió la verdad. Tras la salida de Fernández Montes, a las 9.05, llegó al garaje el mecánico César Ricardo Arce López, de 43 años, quien hacía algunos trabajos para la empresa Mini Vial, propiedad de la víctima. El hombre utilizó el control remoto del portón de entrada y subió con las llaves del apartamento de la víctima, en el quinto piso.

Cuando Fernández Montes volvió a su casa, su yerno, de 34 años, también fue al edificio y el mecánico le arrojó las llaves por la ventana. En las imágenes se ve a Corona con guantes de látex.

Sobre las 13.28 horas, se observa al yerno salir del ascensor y echar un vistazo al garaje. Tres minutos después aparece en las imágenes junto a Arce López cargando con una especie de colcha que envolvía el cuerpo del empresario, que colocaron en el maletero del coche de la hija de la víctima y en el que se fueron.

Fue la propia Giselle la que llamó a su hermana por teléfono y le dijo: "Estás comiendo con el asesino". Natalia disimuló como pudo y una hora más tarde convenció a su marido para que le acompañara a la Comisaría a realizar unos trámites. Nada más entrar, lo detuvieron.

Natalia contaría después a la Policía que su marido había llegado a casa el sábado poco después de las dos de la tarde, se quitó la ropa y la puso a lavar. Los zapatos los metió en una bolsa de plástico y los tiró a la basura.

La investigación fue arrojando más datos. El crimen se produjo en el domicilio del empresario, al que cortaron en dos en el baño utilizando siete cuchillos. Después lo trasladaron y le prendieron fuego. Más tarde harían lo mismo con el coche.

Contrastando las horas y los hechos, la Policía considera que debieron participar al menos cuatro personas. El yerno se negó a declarar.