Cinco kilómetros de distancia en noche sin luna, cargando y arrastrando un cadáver que él mismo había enterrado y desenterrado para buscar acomodo más seguro ante el cerco policial que se estrechaba más y más.

Es lo que Miguel Ángel Muños, de 41 años, contó a uno de los agentes que participaron en su custodia tras su detención en septiembre de 2015. Muñoz es el único acusado de la muerte de la peregrina norteamericana Denise Pikka Thiem, y está siendo juzgado en la Audiencia Territorial de León, año y medio después de su detención en Grandas de Salime.

El torrente de declaraciones de los policías que investigaron, detuvieron y trasladaron a Muñoz desmonta la negación de la autoría. Uno de los agentes que compartió con el acusado el viaje en helicóptero entre Grandas y Astorga, manifestó que, al bajarse, Miguel Ángel Muñoz le anunció de forma voluntaria que quería colaborar y daría a conocer el lugar en el que estaba el cadáver.

Según el agente, el acusado les guió al sitio donde estaban los restos de Denise, a 2,5 kilómetros de su vivienda, en un paraje recóndito entre las localidades de Santa Catalina de Somoza y San Martín de Agostedo. "Fue entonces cuando se mostró aliviado, como si se quitase un peso de encima", explicó el policía.

La llamada de larga duración de Muñoz a su excompañera sentimental realizada un día después de la desaparición de Denise, es calificada por la Policía como "una llamada de descarga, cuando alguien ha cometido un acto de extrema gravedad y necesita hablar con alguien de su máxima confianza", explicó uno de los agentes. Fueron 45 minutos, inusuales en un hombre de pocas palabras que dijo a los policías que mató a la peregrina porque "le miraba mal".