Duro hasta la náusea. Las fotografías a color, en pantalla grande, de los detalles del cadáver de la peregrina estadounidense Denise Pikka Thiem conmocionaron ayer a los asistentes -muchos por obligación, otros por curiosidad- a la sesión del juicio con jurado contra Miguel Ángel Muñoz Blas, su presunto asesino.

Unas imágenes desgarradoras, explicadas en la Audiencia Territorial de León por las forenses Adalis Sánchez y Verónica Carranza, a las que les tocó el levantamiento del cadáver y la autopsia de Denise, en septiembre de 2015, apenas unas horas después de la detención de Muñoz en Grandas de Salime cuando, presumiblemente, realizaba el Camino Primitivo.

Las dos peritos avisaron de lo que se avecinaba. Su informe fue pormenorizado y sustentado en fotografías. En él se incluyen imágenes diversas, desde el paraje donde fue encontrado el cuerpo hasta primeros planos de los muñones, el cuello seccionado, el cráneo destrozado y las extremidades deformadas. Todo ello en un cadáver que llevaba cinco meses mal enterrado.

Frente a las imágenes, ni un solo gesto por parte de Miguel Ángel Muñoz, que permaneció impasible toda la mañana. A veces interesado, otras más distante pero en apariencia relajado. Ayer, en la entrada a la sala, no tuvo inconveniente en dar el gusto a los fotógrafos y no evitó en ningún momento la vista.

Al margen de escabrosidades, que hubo muchas y todas necesarias, las forenses tienen claro que Muñoz "sabe lo que hace y quiere hacer lo que hace", sin rasgos de trastorno límite de personalidad. La agresión sufrida por Denise Pikka Thiem, que contaba 41 años, fue calificada de "muy violenta" y por alguien "que era muy consciente del daño que podía producir" contra una persona que por sus características físicas (no medía más de 1,55) "estaría completamente indefensa".

Ataque extremo

El cuerpo de la peregrina presentaba tres golpes en la cabeza, los tres "incompatibles con la vida", un corte en el cuello que las forenses calificaron de "superficial" y varias costillas rotas. Cuando la defensa planteó la posibilidad de que algunas lesiones se las hubiera producido en la caída, las técnicas lo descartaron. "El traumatismo craneoencefálico severo nos sugiere un ataque de intensidad extrema con un objeto romo, sin aristas, puntas ni filos". Algo parecido a un bate, concretaron.

Los golpes, añadieron las doctoras, se llevaron a cabo cuando la peregrina estaba viva porque hay indicios de zonas hemorrágicas en su cuerpo y, como se sabe, "solamente sangran las personas que están vivas".

La ausencia de las manos fue uno de los elementos de discusión. Frente a la alternativa de que esas extremidades hubieran sido arrancadas por carroñeros, las forenses avalaron el informe del Instituto Nacional de Toxicología, que asegura que las manos fueron cortadas con una herramienta muy afilada (el corte es limpio; demasiado limpio a juicio del abogado defensor).

La defensa respiró cuando las biólogas confirmaron que no había restos de sangre en la sierra encontrada en casa de Miguel Ángel Muñoz y analizada en busca de rastros orgánicos. Tampoco se obtuvo perfil genético de Denise en ninguno de los objetos del domicilio del presunto asesino. Tampoco consta que se hayan encontrado muestras de ADN de Muñoz Blas en los escenarios de los dos enterramientos.

No se pudo constatar técnicamente si la peregrina fue objeto de una agresión sexual previa a su asesinato.