Fue una patada en los genitales lo que impidió que la peregrina alemana Josefine Elisa Fischer siguiese el mismo destino que, un año después, la peregrina Denise Pikka Thiem. Ayer pudo escucharse -que no verse, porque lo prohibe la legislación alemana- a esta mujer en el juicio que se sigue contra Miguel Ángel Muñoz Blas. Josefine no albergó dudas: fue él quien la atacó en el Camino en el verano de 2014.

La testigo, última de este juicio, aseguró que habría querido sentir en primera persona lo que era realizar el Camino, por lo que viajó a España en el verano del 2014. No imaginaba lo intensa que iba a resultar la experiencia. Josefine llegó a las cercanías de la casa del acusado guiada por unas falsas flechas. Entonces fue atacada por un hombre encapuchado de 1,70 metros, delgado. Indicó que, no obstante, logró defenderse y escapar: es una mujer corpulenta, de 1,73. No lo dudó y fue rápidamente a Astorga para denunciar. Cuando horas después regresó con varios policías comprobó que las falsas flechas habían desaparecido. "Alguien las había movido", afirmó. Y allí, apoyadas en el muro de la vivienda, estaban las gafas que había perdido durante el ataque.

Josefine admitió que no pudo reconocer al atacante, pero no dudó de que fuese él. "No puedo creer que este hombre, viviendo a escasos metros de donde fui agredida, no escuchase los gritos", dijo. A Muñoz lo detuvieron entonces, pero el juez consideró insuficientes los indicios. Y al año siguiente pasó lo que pasó. Finalizada la declaración de testigos, las acusaciones y la defensa ofrecerán este lunes sus alegatos finales. Y el martes, se reunirá el jurado a decidir.